Metamorfosis del Olvido
Presiento en sombras los fantasmas que me abrazan,
yertos, azulados,casi como sueños de paisajes lunares.
Mutismos que se cuelan por todos los rincones
llenando los espacios de implacable desamparo.
Presiento la ventisca golpeando las ventanas
de esta morada mustia, habitada de ecos y rumores,
albergue permanente de notas melancólicas,
que surgen de la entraña de una guitarra rota.
Luna menguante de rostro gris, anulas mi sonrisa,
desatas la llovizna de un llanto que no brota;
despiertas lentamente un pájaro de angustia,
que enreda su plumaje en el nido del recuerdo.
Allí en ese instante… irrumpe la inminente agonía,
al saber que estas presente, sin tocarte ni verte.
Se revuelca entre las sábanas un rumor de aguas secretas
y mariposas en fuga trastornan el pensamiento…
Nuevamente la cordura, el dolor y el desaliento
me obligan a reanudar la temible realidad,
y aquí estoy de vuelta, detenida en mitad del sueño,
centrada en la metamorfosis del olvido.
Retrato de la Tristeza
La tristeza se arraiga,
Poco a poco sus manos invisibles
Trenzan la red intangible
que aprieta el alma.
La tristeza se apodera:
de la risa, del beso,
de la música, del aire que te rodea.
Todo se abraza a ella
La tristeza enferma
Con esa lividez abrumadora del desaliento,
con la esperanza eternamente en fuga,
trasmuta la felicidad en quimérica estrella.
La tristeza se siembra con profunda raíz,
crece hacia dentro, horada los sentidos y
complica poco a poco tus últimos deseos.
La tristeza a veces se esconde detrás de leve sonrisa,
como una niña que juega,
En realidad es una bruja, colmada de malas artes,
te llama, te atrae, te atrapa, te arropa, te enreda
Te hiere…te mueres
Desde esta Orilla
Frente al mar infinito,
el azul del cielo se mezclaba en las olas que besaban mis pies
No me dí cuenta que el sol se había ido,
la luna afloraba tímida entre las grisáceas nubes,
un ave blanca, pasó muy cerca
y lanzó su canto breve, saludando al incipiente crepúsculo.
La brisa se tornó fría, pero no me interesó,
más gélida está mi vida, mirando desde esta orilla
el horizonte remoto de los amores perdidos.
De repente, el frío sabor del aire se fundió con el salitre del alma
y ya no pude más… desde la hondura de mi pecho,
afloró un suspiro convertido en lágrima.
Decepción
En un otoño pertinaz, las hojas del tiempo se desprenden una tras otra conformado el calendario de mi vida.
Ahora consciente de la realidad vivida, todavía siento el gusto amargo de mi extravío, por eso te escribo, con la esperanza de limpiar el rencor que oscurece mi alma.
Necesito que mis pensamientos se incrusten profundamente en tu orgullo y desplomen la fachada gentil que cubre tu maldad.
Estas líneas que a mi pesar te dedico son un reflejo minúsculo de mi descomunal desprecio.
Y aún así no es suficiente, no imagino las palabras para expresar mi decepción.
A ti carne fría, cuerpo inerte, piel arrugada y taciturna, boca frígida de besos desabridos.
Sombra de gárgola que asusta, cráneo enjuto, semejanza de calavera, si alguna vez hubo fuego bajo tu piel, sería una llama efímera, que nunca llegó a prender hoguera.
A ti que transitas ya, el mundo de los muertos ¡Pobre saco de huesos!, sonríes y tu boca se desdibuja en rictus trágico y macabro.
Te ofrecí mi amor ingenuamente, sin pensar, sin medir ¡equivocada decisión!
Hoy me da horror pensar en ese bache, que hasta miedo produce y contrista mi espiritu ¡Dios me libre de una recaída!
Es hora de desnudar tus insidiosas maneras, tu disfraz de nobleza, condolido del prójimo y dispuesto al sacrificio.
¡Basta ya!, haces gala de una moral imaginaria. ¿Cuál es tu ganancia? ¿Cuál es tu premio?. Eternamente vagarás por un rumbo yerto, peregrino indigente, contador de huellas grabadas en el polvo, solitario cancerbero de los sueños ajenos.
Tu único recuerdo amable, lejano y perdido en el tiempo, es la imagen fresca de una mujer rubia a un costado de tu cama, cuya sonrisa salpica casi con menosprecio tu rostro arrugado, lóbrego y pervertido.
Quizás el único sueño que albergó tu envilecida entraña.
Así terminará tu tránsito en la tierra: solo, amedrentado, cubierto de llagas y harapos, con el alma fría llena de agujeros, sin una mano cálida que enjugue tu pálida frente, sin un te quiero, sin una sonrisa.
Mientras tanto yo, quizás un día consiga perdonar y devolverte en una lágrima la última gota del veneno que me diste.
Hasta nunca, se despide de ti una mujer redimida que de tu mano conoció la ingratitud…
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