Los Templos de hoy en día

Los templos de hoy en día son limpios y paganos, son casas con tejados de papel y columnas de humo.

Vamos allí a orar por nimiedades mundanas para escondernos de nosotros mismos y no mirar a los ojos del vecino. Son escondites de poca monta con inciensos de azufre y polvo.

Huimos hacia delante, con rumbo sin sentido, a destinos de nunca jamás; y repetimos mantras teñidos de oro falso y ruin, en lugares de culto amoral y sin escrúpulos.

Los templos de hoy en día son nichos blanqueados por la inmundicia de una humanidad perdida en si misma.

Los templos de hoy en día ofrecen promesas falsas y oscuras llena de precipicio y consumismo. El ruido es su vocación, su moneda la ceguera y el egoísmo su letanía.

Atascados en bucles de finitas miradas, hace tiempo que perdimos la oración de la sonrisa, la canción del corazón, hace tiempo que no rezamos amor.

Hoy no luce el sol en el santuario de mi día, hoy mi cielo se tiñó de nubarrón. Por eso, perdonad si os molesto con versos torcidos pero este brillo de falso oropel me dejó de medio lado y tengo el gesto encogido.

¡Menos mal que hoy soñé bonito! ¡Menos mal que me despertó el buen humor! ¡Menos mal que me cambié de canción!

Por eso, aunque los templos de hoy en día sean mera ilusión, aunque busquemos errados y errantes donde solo hay desierto y avaricia, siempre nos quedará la sonrisa de un niño, la belleza de la generosidad, la paz de la mano amiga o el silencio de los amantes después del éxtasis .

Y, aunque no esté de moda, oraremos allí, donde todo se pierde, en el límite de nosotros mismos, en la profundidad del alma pura. Buscaremos el oasis de nuestros ancestros, que anida en las alas de los seres libres.

Y ya que los rezos modernos riman con el verbo tener, tendremos silencio y ternura, compasión y amor propio. Tendremos agradecimiento y amor. Caminaremos sin miedo ni prejuicios y seremos libres de los dioses del fango y la confusión.

Simplemente seremos.