Dimanche blues
Encuesta sobre hábitos de lectura
Un 40% de los españoles
no ha leído un libro en un año.
No leen a Cela ni a Delibes,
no leen a Cortázar, a Unamuno,
no leen a Torrente ni a Guillén,
no leen a Benet, a Dos Passos ni a Kundera,
no leen a Kawabata,
no leen a Bukowski ni a Iribarren,
no leen a Wolfe ni a Lizano,
no leen a Fonollosa.
No leen a los grandes de las letras,
te van a leer
a ti.
Recién casados
A veces imagino
una fría noche de invierno,
una buhardilla.
Una pareja de recién casados
enfila su medianoche,
“en seguida voy, hasta mañana”.
Su gato, se llama Gengis,
andará por los tejados, a gatas.
De pronto, un lobo quiebra la noche
en un lamento atávico y dulce.
Un escalofrío recorre al hombre
que apura el cigarro en la ventana.
Pasa un instante, no queda nada,
salvo esa nube,
mi padre vuelve a la cama.
Impostura
Escuchas a Silvio Rodríguez en la furgo
o quizás Quique González,
¿pasar una canción o darle al random?
Conduces y luego escribes sobre ello,
para darte importancia,
dártela tú, a ti
y restársela al hecho incuestionable de que ya tienes treinta tacos,
y no eres Bob Dylan ni Neil Young
y a nadie le interesa tu novela.
Hace más de un año que ya no usas corbata,
pero añoras el pelo largo y tus pintas de macarra,
lees a Proust en una tasca
y acabas por odiar lo literario,
no me extraña,
charlas de política y haces lo que hay que hacer,
lo que se espera,
consumes, produces y mueres,
qué poco original,
otra pieza más del engranaje que se finge única,
individualizada,
comes con prisa y escribes unos whatsapps,
con trece años buscabas la rima inteligente
y ahora hay que evitarla a toda costa,
por impostura e imposición de estilo,
odias al ser humano como especie
pero sólo matarías por venganza,
te duele el costado y te giras en la cama,
¿hacemos el amor?
antes decías follar y tachabas de horterada el eufemismo,
tienes toda la razón, te quiero tanto, buenas noches,
ya, no hace falta que lo digas,
mañana será otro día y así sigue la vida
–y siempre tuviste el feo vicio
de acabar con prisa los poemas–.
Viejo
He escrito ya tres libros
que nadie compra,
he vivido sin temor
a la amatista
y los patíbulos,
he renegado de los números,
refutado las galaxias,
he pasado por borracho,
por imbécil
y por crédulo.
Me he desentendido
del sentido y la conciencia,
me hice ateo,
misántropo
y narcisista,
me hice adulto,
a contrapelo,
a duras penas.
Me hago viejo,
lucero que surca
el cielo,
me hago
estela.
14 de noviembre
Tal vez volveré a mirarte
con los ojos pequeñitos
de mirar el cielo vasto.
Quizás en tus silencios
y en tus pasos,
que son canela y cuervo blanco,
albino de las noches,
exégeta de tus antojos,
quizás la maravilla,
la dulce herida de los cuellos
que sangran el exilio
y tus sábanas, ay, tus sábanas,
desde esta alcoba,
desde esta cama,
desde estas sábanas cuarenta amantes
…
Shhh, me dices con un dedo,
llámame puta y rotúrame los labios,
hazme surcos y trino de pájaros,
hazme libertad y bisela mis cortinas.
Quiéreme hasta dentro
y olvida mis teoremas,
perdóname la muerte
y olvida que hay mañana.
El perturbado
Que sí, que sí,
que la vida es un caballo negro,
repetía el perturbado
o junkie
o lo que fuera.
Todos somos hijos del sol,
el mismo sol
que lleva tu mujer en los pendientes,
–y mi mujer llevaba lunas–
que la vida sigue y sigue
y sigue
mientras compráis papel higiénico,
besáis los cuerpos
y os sangran las encías.
Recuerdo
Recuerdo que era de día
–todo lo de día que puede ser en noviembre
si hace dos meses que no ves el sol–
subía tarde, como siempre,
guiado por el olor de tostadas,
cuyo proceso de tueste me quedo mirando
como un imbécil, cada mañana.
Una gárgola regia escupía las aguas de los tejados
señoriales, enfrente un canalón de chapa
hacía las mismas funciones, con toda modestia.
Un guardia rural ordenaba el tráfico,
esto es, el único automóvil que estaba despierto,
el agua de lluvia y el de la fuente
se fundían en amalgamas de silencio,
el mismo silencio mientras comíamos tostadas
y apurabas el café de un solo trago.
Recuerdo que fuimos a trabajar y no pasó nada,
y ese era precisamente el problema,
que el guionista había muerto,
dejándonos huérfanos
de palabras
y gestos.
Receta (para llevarte a la cama)
Apartar las cerraduras de tu nombre,
hacerse con un plano de hematíes y linfocitos,
conocer tus feromonas con rigor psicoanalítico.
Leer a Kierkegaard en tus lunares,
estudiar cada volumen y simetrías de tu cuerpo,
buscar puntos de fuga, escoger la perspectiva,
cónica oblicua o axonométrica.
Tomar tus plazas, batallarte en razzias y guerrillas,
en el cuerpo a cuerpo,
acariciarte cada célula, quark a quark,
cada neutrino.
Estudiar tus isobaras y los mapas de tu tiempo,
conocer tu clima y tus borrascas,
la teoría del caos y sus efectos.
Y follarte hasta el athman,
en el aura mística, en el campo etéreo.
Servirte bien caliente…
y sazonar al gusto.
El orador continúa horadado (6.00 am)
El orador continúa horadado
y aterido de frío.
No tiene abrazos, duerme desnudo
y no comparte el silencio.
El orador no bebe la lluvia
ni llanto de otoño en copas de vino,
se hace más viejo, pierde el cabello
y enferma a menudo.
El orador odia las fechas importantes,
no encuentra consuelo y puede estar muerto
aunque él no lo sepa.
El orador extraña al piano,su vieja rayuela
y a María Cobarde.
Escribe endecasílabos
de viento
y danzas
de insomnio
tras los cristales.
Llévame contigo
Llévame de la mano a tu as de corazones,
al trino de tus labios,
a tus sonrisas encendidas.
Llévame al infierno, al suicidio,
al orgasmo sempiterno,
a las condenas mitológicas.
Llévame al psiquiatra, a la carrera, al viento;
llévame donde tú quieras.
Llévame de nuevo hasta mi tumba,
llévame a los bares, a tu abrigo.
Llévame del brazo
al altar del Santo Oficio,
a un congreso de Falange;
llévame a la mierda,
pero llévame contigo.
Dimanche blues
Víspera de lunes,
tarde de domingo,
melancolía,
lluvia
y fútbol radiado.
Freddy King de fondo
Sentado en el inodoro, mi largo pelo revuelto,
una camiseta que amarillea, ojos de resaca,
barba de tres días y un chupetón en el cuello;
si esto no es ser poeta que baje dios y lo vea.
Para entendernos
El decano
me llamó
erasmista,
los de UJCE,
trotskista,
los de CNT,
cegetista,
los de CGT,
cenetista,
o lo que es peor,
anarquista
filosófico,
total,
librepensante,
el enemigo,
para entendernos.
El momento más triste del día
para Marta
Casi un
cataclismo,
o hecatombe,
ese
trágico
instante
en que te vistes.
Envidia
Hay algo que siempre
he envidiado, en cierta medida,
a los fumadores,
y es que tienen la excusa
perfecta
para salir
y ver la lluvia.
Reencuentro
Tomé el abrigo
y salí, de nuevo,
hacia mi vida,
tras el orgasmo
que precede
a lo banal,
a la rutina.
Viajar
Dicen
que viajar
es importante,
y es verdad,
tienen razón,
de vez en cuando
está bien
deprimirse en otro sitio.
Junio
Se ha puesto el sol hace ya rato,
pero no quiere llegar
la noche,
las sombras planean sobre los cerros
y los estorninos se reúnen en siniestro
conciliábulo, en el tejado.
Al fondo, una luz que parpadea,
como un grito Munch en el abismo,
una ración demasiado extensa
de rutina monótona en las calles.
Y tú, solo, en el balcón,
esperando
a que algo pase.
Hoteles
Tres
-quizás cuatro-
días
completamente solo,
semiborracho,
cuasidesnudo,
viendo alguna
pésima película,
escuchando a
Coleman Hawkins
y ni un solo
mensaje
en el móvil.
Te yergues
en la cama,
apartas
los folios
de un manotazo,
y decides,
por fin,
que es tiempo
de salir,
o al menos,
de vestirse.
Tormentas de realidad
Busco refugio
esta noche,
como tantas,
en una suerte de
onanismo poético
que me salve,
releyendo
mis escritos.
Mientras,
afuera,
arrecia el mundo
y
su realidad
prosaica.
Treinta y pocos
Cómo vas a ser un literato,
poco más de 30 años,
cómo hacer sintaxis de una vida
con tan ligero fardo a tus espaldas,
cómo conjugar las decepciones
con un racimo de futuro
prendido en la solapa.
Cómo vas a ser poeta,
muchacho, si apenas
tienes
un pasado
oscuro
queescupir
en un bar,
sobre la barra.
No future
Escuchas en la radio que este año
los modernos
del festival Sónar
han programado música clásica
y recuperas, un poco,
la fe y la esperanza.
Sales a la ventana,
y se oye,
de fondo,
el reggaetón de las vecinas,
por suerte
o por desgracia
la fe y la esperanza
se te pasan enseguida.
Soledad
Libros, notas,
discos y migraña,
el enésimo café,
y el piano más cansado
ya de mí
que yo de él.
Insomnio
esas
noches
de insomnio, asomado
a la ventana,
en que hasta echas
de menos
el cigarro
que nunca
te fumaste.
Conducir en agosto
Si hay algo bueno
–que te salva–
de trabajar
y conducir
en agosto,
es la ingente cantidad
de piernas de mujer
que ves brotar
de los salpicaderos.
También el amanecer
Cuando era un crío, me fascinaba la hora del alba,
era algo sagrado, casi prohibido,
algo
nunca visto.
Recuerdo haberle pedido a mi padre,
en la víspera de algún viaje,
me despertara con él para verlo,
mientras mi hermano seguía durmiendo.
Nos recuerdo a los dos,
viendo salir el sol,
por sobre los edificios,
nada épico, la verdad,
pero aquel sol nonato era lo infinito
la libertad,
un resquicio del mundo adulto.
Ahora, me levanto todos los días
antes que el sol,
y amanece mientras conduzco,
me ducho
o preparo el desayuno.
no subo la persiana siquiera,
es algo monótono, cotidiano,
carente
del mínimo interés.
Existe, eso sí,
un puñado de auroras
vacacionales, que nos sirven
para no perder la esperanza
o la cordura, nada más.
Y sé que, algún día, tendré que sentarme
delante de mi hijo
para pedirle que no crezca, y explicarle
que a los adultos nos lo robaron todo,
también el amanecer.
Excepciones
Llevo varios días,
tal vez semanas,
dándole vueltas a un recuerdo.
Una estación, un autobús
y una resaca de
tres pares de cojones.
Pasamos la noche sin dormir,
era de día, demasiado de día
como para decirte algo.
Después vino el silencio,
casi ocho años,
y ochocientas resacas.
Afortunadamente,
dejamos atrás
los albores del siglo, y
casualidad o no,
la vida, que no perdona,
o no suele,
se despistó conmigo.
Quién me iba a decir mí,
cómo explicarlo,
que volvería a tener 20 años
con sólo mirarte a los ojos.
Septiembre
Solo y desnudo,
agarrando el marco de la puerta,
desechando los recuerdos
por el ojo de la cerradura.
Me miro en el espejo
y, hostias, no soy más que
una piltrafa,
me encuentro tan delgado…
Siguen pasando los días
y no hago nada.
qué me queda a estas alturas,
con qué llenar mi juventud altiva,
veo cifras, nubarrones de tinta,
pánico en cada mirada.
Qué será de mí este otoño
cuando se pudra mi serotonina,
vértigo, vértigo, vértigo,
por esos días que pasaron
y nada me han dejado,
vértigo,
por las manchas oscuras que llegan,
constriñéndome los capilares.
Deambulo
por mi estrecha casa vacía,
y vuelvo a asomarme
a la ventana, según parece,
va a cambiar el tiempo.
Mejor, cuanto antes mejor,
arrancarme el verano
como una tirita,
sumirme en mi neurastenia
y dejar por fin que Freud
vuelva a soñar
con calabazas muertas.
Civilización
Al final,
la civilización
era esto:
rejas en puertas
y ventanas
para proteger
la libertad.
Déjà vu
Olvidarla y volver
a enamorarse,
para olvidar de nuevo,
con más ganas, pero menos
confianza.
Y cargarse de ansiolíticos,
mientras desnudas los armarios,
y, ya vacíos,
asomarse dentro,
como el que se asoma a una ventana
tapiada, pretendiendo
ver la noche.
Octubre
La urraca pica en su cuarzo rosa,
María Cobarde se corta las uñas,
el tiempo pasa despacio;
las ocho y diecinueve
en el reloj del campanario.
Cumpleaños vigesimosexto
Acababa de bajarme de un árbol
de la calle Toro, o la Zamora,
no recuerdo,
cuando apareció la policía,
y yo gritando, como un corsario
hasta arriba de ron —con cocacola—,
«más madera».
El guindilla del primer coche
patrulla, con sed de hostias,
bajó la ventanilla y me inquirió
amablemente, si tenía algún problema,
mientras yo me hacía el loco
y una antigua novia aprovechaba
para despedirse a la francesa.
La cosa no pasó a mayores
pero bajé ya solo a aquel garito.
Nadie se atrevió a aguantarme el ritmo,
o intuían quizás que aquella noche
no podía acabar bien para mí,
y no querían ser testigos.
Allí me presentaste a tu amiga,
que no dejó de darme
el coñazo toda la noche
con misticismos y paridas,
y tú acabaste por enfadarte
curiosamente conmigo y no con ella.
Discutimos de vuelta a casa,
hasta que a la salida de la plaza
se me vino abajo el mundo,
también mi farsa, aunque suene
redundante, lo mismo una cosa
que la otra; entonces me besaste.
Fue la primera vez.
La estación transpira y gime
Esta noche sus andenes
parecen incluso llorarte
con oleosos charcos mugrientos,
como si comprendieran
que lo que vieron
entre nosotros,
hace unas horas,
no fue sino el patético final
de un película romántica
de bajo coste.
Minoría
Se subestima,
con frecuencia,
el poder
del individuo
simple,
llano,
cabreado.
A las afueras
Hace ya tiempo
decidí mudarme a las afueras,
y aquí estoy,
lejos del centro, del meollo,
la vorágine, pero también
de los suburbios de
la humanidad,
a las afueras de la
civilización,
en los arrabales
de vuestra mediocre
conciencia
colectiva.
Christmas, again
Recuerdo la víspera de navidad,
volviendo a casa de mis padres
a altas horas, calles vacías
débilmente
iluminadas
por alguna que otra
lámpara de sodio.
Lejos del fervor, del hormiguero
que las recorrieron
tan sólo horas antes;
sin más compañía que el frío
que te cala hasta los huesos.
Esa imagen, ese cliché,
el recuerdo de esa pequeña
ciudad decadente,
triste,
es para mí la navidad,
y no podréis
convencerme de otra cosa.
Oda al odio
Odio a la gente de buenas intenciones,
esas hienas luminarias que escalan las iglesias,
desperdicios infrahumanos, examen de cloaca.
Odio los objetos filiformes y su preocupante
anudamiento,
no soporto que se enreden mientras se cubren
de polvo
por el suelo.
Odio, sobre todo, el devastador clima del norte,
aunque a veces lo presuma romántico y entrañable.
Odio que me llamen por teléfono
mientras estoy meando,
es tan desagradable gotear de golpe y porrazo
que juro
por el dios en que no creo
que acogotaría a esos anormales bastardos.
Maldigo al publicista que desperdició su beca,
esa maldita rata verde que nos comprime el cerebelo
con sus anuncios para idiotas,
creando un mundo que no existe,
salvo en su enfermiza mente pueril
y anacrónica.
Odio al alcalde de mi pueblo, sueño de todo logopeda,
odio que critiquen a Nietzsche sin haber leído un libro,
no ya del autor, sino de cualquiera.
Odio a dios por no existir y haberme fusilado en mi inocencia
con teocracias utópicas y fraternales.
Afortunadamente, ya le derrumbé de su atalaya,
ya hace tiempo solté el lastre
más pesado de mi carga, el más inútil ser
que quepa en raciocinio alguno.
Afortunadamente, el odio me mantiene con vida,
entre tanto dulce pensamiento
y calma
espiritual
que danza.
This is the end
Sentado en un banco
del parque neblinoso,
observo pasear a los ancianos,
asidos a sus paraguas,
–como pintados al carboncillo–,
del mismo modo
en que se agarran a la vida,
sin esperanza ya,
pero aferrados
a fuerza de costumbre,
con ganas
de llegar
hasta al final,
pero apegados a lo vivido,
como las novelas
cuando empiezan
a acabarse.
Cortos (de cerveza)
haiku nº2
me acostumbré
a regresar borracho, desnudo de amor,
los pies mojados.
sentencia nº 0
ya no puedo mirarte a los ojos
por temor a encontrarme
en la mirada.
sentencia nº 1
en soledad aprendí a cultivar
las zarzamoras de mi barba.
sentencia nº 2 (sentencia de muerte)
tal vez empezamos a morir
la noche
que no pasó nada.
sentencia nº 3
me gusta la literatura sin nombre,
la poesía de autor desconocido, y el porno
sólo si es amateur.
hay algo mágico y terrible en lo cotidiano.
sentencia nº 5
sólo pueden conocerme
los que se sulfataron en los avernos de la soledad.
sentencia nº 6
cada mujer que tuve que olvidar
es como uno de esos frascos vacíos
de perfume
que colecciono
para nada.
sentencia nº 27
nuestro amor es sólo un fantasma
al que graznan los cuervos.
sentencia nº 31
en un baúl de avellano guardé mi última esperanza.
y no hubo reproches entre ambos.
sentencia nº 34
para Mareva Mayo,
apóloga del fracaso.
mientras nos sigan derrotando
seguiremos siendo jóvenes.
sentencia nº41
mi último pecado fue llamarte por tu nombre…
sentencia nº42
ningún niño debería leer el principito,
únicamente debería leerse cuando se tiene
la madurez suficiente
como para desear
volver a serlo.
sentencia nº43
somos una leve caricia en la arena del tiempo.
sentencia nº44
ya no concibo la lucha contra el sistema
sin una base artística,
y viceversa.
OPINIONES Y COMENTARIOS