Soy mujer;la vibración de los pasos, las interminables construcciones y las riñas quebrantan mi silencio. Nada les pertenece, mi suelo ha saldado todas las deudas.
Soy un Río pútrido, una noche fría, desguarnecida; soy crimen, soy miseria, soy ilusión dilapidada. Soy doce chozas que alojan ocho millones de errabundos.
Soy un volcán abonado con los restos de mujeres anónimas, irreconocibles, sepultadas por el olvido, un número más en la lista de víctimas de un asesino en serie. [1]
Mis pechos están quemados, toda mi piel se calcina, es ahora el retrato de Gina, Natalia, Yenny[2] los rostros derretidos por las manos criminales de los amantes rechazados, los que adquieren en mis calles el borrador de fisionomías. Soy Rosa Elvira[3], empalada, mi estaca es de cemento, son los edificios; no puedo respirar, los latidos se me escapan, sólo percibo el esmog, es el aliento de quienes me recorren. Soy Guadalupe, el Cerro con una virgen de brazos abiertos que me protege de los cataclismos.
Soy Policarpa, fusilada desde mi vientre; soy yo, inmolada durante cuatrocientos setenta y siete años; árida, abrasada, arrasada, subastada, usurpada, invadida, vacía.
Soy una catedral habitada por palomas y su excremento. Soy Doña Juana, un relleno de basuras con nombre de mujer, soy una calle sórdida con un alias neoyorkino, separo los bienaventurados de los miserables, en la distancia que abarca un paso.
Estoy cubierta de alturas, donde en la noche muchos espían mis luces trémulas, parpadeantes, entonces, me convierto en niebla para alcanzar la soledad.
Soy el alto rascacielos sin terminar, la plaza sin libertad y sin Libertador, la pared que simula un beso a color, los parques que inician el amor, el columpio para adultos enclavado en la montaña, el muro que clama esperanza, el reloj de cemento, indestructible, inamovible; el barrio que cuenta la historia que jamás se contó; soy una biblioteca escalonada en fuentes de agua como espejos pacientes del trozo de cielo que se me ha concedido.
Soy el Páramo que me circunda, las quebradas que me abastecen, la Sabana que me cobija, la Cuenca que abrió Bochica y el Salto de la muerte donde los suicidas reverdecen.
Soy útero, tengo nombre y rostro de mujer, Bogotá.
FIN
CENTRO DE BOGOTÁ
[1] Fredy Armando Valencia, asesino en serie que operaba en las inmediaciones de Monserrate.
[2] Gina Potes, Natalia Ponce, Yenny Marcela Pardo, víctimas de ataques con agente químico.
[3] Rosa Elvira Cely, víctima de empalamiento en el Parque Nacional (2012)
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