Es miércoles, caluroso como siempre en Barranquilla. Vivíamos en la avenida Olaya Herrera #79-10. Año 1989.,

¡¡¡Martha, vamos a la playa!!

Sylvia, mi cuñada de 24 años,  ha venido  con sus tres niños, yo con mis dos bebes, de uno y dos años.

Un paseo imprevisto, pero genial, llegamos a Salgar, un balneario frecuentado por todos los habitantes de los pueblos circunvecinos, pero aquel día  la playa estaba hermosa, el ambiente acogedor, y nosotros absolutamente solos.

Mientras preparo a mis niños para entrar al mar, veo a Sylvia que entra al agua, va con  Mateo de tres años sobre sus hombros.

Yo me quedo cerca de la playa, pongo mis bebes en un pequeño bote inflable y los paseo sobre el agua.

Las olas van y vienen suavemente, sin querer me alejo poco a poco de la playa,  Juan Pablo de siete años juega con su equipo de buceo, Paulina de cinco años se apea del botecito.

Sylvia me llama.. ¡ven Martha! Trae a los niños!.

Voy hacia ella, doy unos pasos y de repente el agua llega a mí mentón y la fuerza de las olas halan el pequeño bote. lo retengo con todas mis fuerzas, lucho en silencio para retenerlo,  un paso más y no podré respirar, siento el miedo invadir mi cuerpo, veo a los niños  arriba de mi cabeza, y empiezo a perder el control del botecito.

¡! Hundo la cabeza en el agua y veo que Paulina todavía está asegurada al bote y sus pies se mueven en el agua muy lejos del fondo,  ella es muy pesada y hace contrapeso, si ella se suelta los niños caerán sobre mí, sí el mar me los arranca no podré recuperarlos y se desatará el desastre para todos!

Llame a Sylvia, sin mostrar miedo pero no me escucho. No pude llamarla otra vez, mentalmente lepedí ayuda a Dios. Y  Juan Pablo aparece a mi lado, me dice: mira: toma aire  hunde su cabeza en el mar, y aparece segundos más tarde a mi lado.  Con toda la calma del mundo le pido a Juan Pablo que nuevamente se hunda en el mar de cabeza, y que con sus manitas  las apoye en las nalguitas de los bebes y me ayude a sacarlos hacia la orilla…

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El niño entiende y rápidamente toma el control del botecito y lo acerca poco a poco a la orilla.

Una vez afuera y a salvo, acomodo a los niños en unas sillas, Paulina se queda en la orilla, tiro el botecito, tomo asiento y mi cuerpo comienza a temblar.

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Sylvia llega corriendo,  me pregunta que paso Martha ?  Solo pude decirle, Sylvia casi nos matamos todos, Juan Pablo nos salvó. !

Explícame por favor. No me asustes.

El niño me escucha y grita:

¡Soy un héroe! ¡Yo los salve a todos

Fin.

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