Alejandra, Alejandra, señora y dueña mía: te contaré la historia de mi casa, de mi calle y mi pueblo. Y si eso no te vale para amarlas, inventaré leyendas sobre el añil que pinta sus paredes y los geranios que cuelgan de sus rejas. Tú serás la princesa de un pueblo de Jaén, yo pastor trashumante que confundió sus pasos camino de Valencia por una cabra díscola y unas ovejas bobas que, bobas, la siguieron. Y allá en La Carolina, yo contemplé tu rostro de gitana y tu cabello negro y tu cintura escueta y, locura de amor, te enamoré y huimos.
Sé que mi tierra es dura, ventosa, fría, y seca, princesa mía, amada. Tan duros sus inviernos, que han de tener, al menos, chimeneas al norte y al oeste tus regios aposentos. Con dos balcones grandes de amplios ventanales cara al sur, para que nunca añores el sol de Andalucía. En verano, abriremos también las ventanas del río, que levanten corrientes y refresquen tu cuerpo. Será tu casa azul, porque ha de ser la casa más hermosa del pueblo. Azul, y bordearemos de amarillo ventanas, aleros y molduras. Como añil y amarillo son los campos barrados del blasón de la casa que lleva mi apellido, tuyo ahora, dulzura, amor de mis amores.
En el número 20 de la calle de Azagra, en la muy noble, fiel leal y vencedora (como reza en su escudo) ciudad de Albarracín, yo te juro, Alejandra, que he de hacerte feliz. Porque si el clima es duro, se apiñan cuesta arriba, mirando hacia el castillo, las empedradas calles, las casas blasonadas, las gentes, buenas gentes que también te han de amar. Y así cortan los vientos, se protegen y cuidan. Que si Santa María y el Cristo de la Vega nos regalan sus dones, crecerá nuestra casa poblándose de hijos, de hermanos y de amigos. Y será bordeada por esta callecita, en buena vecindad con el ocre y la piedra, con la madera vista, con escaleras, tiestos, tinajas y enrejados. Se asomarán los árboles del huerto por las tapias y dormirán los gatos en las piedras al sol.
Más allá están el río y los chopos que, en otoño, nos pintan de amarillo el paisaje; más aún, la muralla, las torres, las almenas, la roca, la montaña y el cielo con su luz.
Alejandra, mi reina. Aunque vengas tan sólo desde el pueblo de al lado, aunque jamás extrañes los cielos andaluces y aunque tu casa sea tan hermosa como ésta, quiero ofrecerte todo lo que cabe en mis manos, en mi ingenio y en este corazón que se me agranda en profundos suspiros con tan solo mirarte. Por mi vida, Alejandra, que he de hacerte dichosa en esta casa azul.
CALLE AZAGRA, 20. ALBARRACÍN, TERUEL.
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