¿Cuántas veces me lo dijiste, Vicente?, cuántas veces me repetiste”…al final todo va a salir bien”. De mi boca no salía ninguna palabra, solamente podía fruncir el ceño, arquear las cejas, dejar los ojos como platos, y callar, porque no entendía que me querías decir. Demasiada persona para una frase vacía. Llenaste tu fundación de imágenes para enseñar, y a mi Tirupati road me daría la mía para entender tus palabras.

Nunca había caminado por ningún lugar donde todos los sentidos al unísono entran en juego Olores mezclados de curry, samosas, especias, chai. Por las pupilas entraban todos los colores de los puestos de ropa y de los saris de las mujeres que cruzaba. Los oídos taladrados por el continuo ruido de las bocinas de los coches y las voces de los comerciantes. Era imposible no rozarte con las personas que ocupaban la vía, literalmente no había espacio suficiente para todos.

Mareada por la mezcla del calor y esa fiesta de los sentidos que sacudía los cerebros occidentales vi a lo lejos un autobús con pasajeros hasta en el techo, que venía tocando el claxon desde hacía diez minutos. Miré al otro lado y advertí un camión cargado hasta los topes Detrás del camión una moto que transportaba a cinco miembros de una familia intentaba adelantarle, varios caminantes miraban nerviosos a un lado y a otro con intención de cruzar, incluso alguno de una carrerilla pasó al otro lado. Estaba claro, se avecinaba una desgracia. Yo y otros diez sobre ese rickshaw para cuatro personas que también quería incorporarse a Tirupati road, y todavía faltaba la estampa sagrada de la India, la vaca, que ajena al caos se disponía a cruzar la calle entre el camión, la moto y el autobús.

Cerré los ojos, no quería presenciar la catástrofe. Los mantuve cerrados, y lo más apretados que pude, esperaba escuchar el temible estruendo. Pero no llegó, y con miedo los volví a abrir. Fui testigo de cómo la moto se zarandeó con sus cinco ocupantes y pasó delante del camión que hizo un extraño viraje hacia la izquierda, mientras el autobús lo hacia a la derecha y en el hueco que dejaron, rozando a la moto y a la familia se colocó nuestro rickshaw. La vaca continuó su paso lento, como si con ella no fuese el asunto, hasta que llegó al otro lado de la calle. No había pasado nada, respiré aliviada.

De vuelta a casa me esperaba la ardua tarea de retomar una vida que había dejado entre paréntesis, de encontrar en mi, si las había, las huellas del viaje, de buscar oportunidades nuevas en un viejo lugar. Todos los antiguos fantasmas a los que parece que un viaje da esquinazo, me saludaban. En medio de ese caos mental, cuando pensaba que no había solución cerraba los ojos y me llegaban las imágenes de la vaca, el rickshaw etcétera y me decía:”al final todo va a salir bien”. Por fin la entendí, Vicente y sonreí.

FIN

Anantapur.JPG

Tirupati Road,Anantapur

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