Tantas veces he recorrido estas calles, que casi puedo adivinar lo que pasará.
Casi…
Las rutinas han cambiado poco, las farolas se encienden a la misma hora desde mi niñez. El ir y venir de rostros sonrientes, cálidos. Todo mío.
Sé muy bien desde que rincón puedo escuchar los cuchicheos de las vecinas y la hora del día en que los chiquillos entrarán en carrerilla, a empujones para llegar a casa después de la escuela.
Al crecer, he escuchado nuevas voces, con acentos exóticos, con temas que desconozco.
Tantas veces he recorrido estas calles…
Pero… extrañamente ahora solo hay silencio. Aún con las estrellas sobre mí, siempre se escuchaban los ronroneos de los autos, a los amantes murmurándose promesas en la oscuridad.
Justo ahora, nada…
La lluvia crea una cortinilla con pequeños destellos moribundos sobre el asfalto. Riachuelos recorren mi rostro interrogante. ¿Por qué?
Mis labios quedaron entre abiertos, nadie me escuchó caer. Ninguno de esos rostros familiares estuvo ahí. Inútilmente trato de encajar en este espacio la silueta que me ha sorprendido. Un dolor punzante en mi costado interrumpe mis pensamientos.
El horizonte se ha llenado de luces, algunas intermitentes. Muchas historias nuevas suceden todas al mismo tiempo. Con mi cuerpo congelado, me pregunto, si alguno de ellos sabrá de mí, de cómo mi historia ha terminado.
No ha dejado de llover y mi paraguas ha desaparecido. Me siento perdida, olvidada. Ni siquiera he podido aferrarme a mi bolso. Lo he perdido todo.
El cielo ha cambiado de color. Pronto, el Sol recibirá a los primeros transeúntes que salen abrigados a trabajar. Yo sigo aquí.
Creo que finalmente alguien se ha preguntado donde estoy. Las luces rojo – azul han roto las tinieblas de la madrugada cerca de mí.
Ya no importa. Mis ojos han quedado vacíos. No puedo sonreír.
El miedo será una fuerte cerradura para los vecinos en casa. No querrán que se repita un evento tan desafortunado.
Ha comenzado una doble vida para este lugar. El día inundado de luz, movimiento, libertad.
La noche abarrotada de dudas, sombras extrañas y el filo plateado de algún extraño que se oculta, para robartelo todo.
FIN.
SAN BUENAVENTURA, IXTAPALUCA, ESTADO DE MÉXICO. MÉXICO.
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