La muerte no siempre es el final.

La muerte no siempre es el final.

Carlos Olarte

06/03/2016

Eran las cinco de la mañana y a cada paso que daba el cielo aclaraba más, cargando toda su fuerza en la fría y cansada espalda de Corali que por su mente aturdida por la trajinante noche, sólo pasaba la idea de llegar pronto a su cama.

Pero a pocos metros del edificio vio a Petra parada en la entrada, Petra era una mujer corpulenta de mirada dura y calculadora con quien Corali siempre tenía fuertes discusiones. Algunos moradores del edificio pensaban que había trabajado de guardia en una prisión o en algún manicomio como vigilante en el pabellón de locos agresivos.

Antes de que la viera volteó en la esquina para bordear el edificio y entrar a su departamento por la ventana de su dormitorio que colindaba con aquél jirón. Cualquier molestia bien lo valía con tal de evitar a esa mujer.

Horas más tarde cuando la luz del día ya se despedía, el timbre empezó sonar, fastidiada asomó la cabeza entre las sabanas preguntándose quién podría ser, botó las sabanas prendió un cigarrillo y se dirigió a la puerta dispuesta a echar a quien quiera que sea.

Ni bien abrió la puerta, la empujó de inmediato para cerrarla, pero Petra interpuso su pie impidiendo que pueda lograrlo. Una noche ambas coincidieron a la misma hora y en el mismo lugar, por aquéllos días Corali frecuentaba La Huerta Perdida un asentamiento humano que aparecía cruzando el puente que lo separaba de la zona céntrica de la ciudad. Petra dormía en sus callejones cuando vio a un grupo de jóvenes salir corriendo ebrios de una camioneta que intempestivamente se detuvo corrían dispersos por todas partes, sólo una corría hacia el puente, Petra la siguió intuyendo de que no vivía por ahí y no se equivocó la siguió hasta ver donde vivía. De regreso ya los facinerosos desmantelaban la camioneta el conductor yacía sin vida a un lado.

Petra arremetió toda su fuerza contra la puerta haciendo retroceder a Corali. ¡Vieja maldita no pienso darte ni un centavo más de lo acordado!¡¿entiendes?! ofuscada fue a su dormitorio a prender otro cigarrillo y agarrar un pequeño pomo, Petra sonriente se acomodaba en el sofá. ¿No sabes que todo a subido? lo que me das ya no es suficiente. Corali se sentó a su lado y le mostró el pequeño pomo… ¿sabes lo que es? de pronto Petra dejó de sonreír, mientras Corali fumaba esperando su respuesta, ¿qué vas a hacer?¿envenenarme?… ¡ahh! sí sabes lo que es… pero no, a ti no… volteó para mirarla a los ojos… a mi, sí. ¿Qué pasará con la vieja Petra si yo muero? ¿cómo pagará sus cuentas? le susurraba amenazante.

Al cabo de un rato Corali salía a calmar la libido de sus clientes segura de que al volver ya no encontraría a Petra en la entrada del edificio.

FIN.

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 Centro de Lima, Perú.

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