Las Sacas

Huele a lana. Las sacas apiladas evocan montañas blandas, de pelo suave recubierto de áspero marrón. Al fondo siempre el traqueteo de los enormes telares. 

Los niños ya han visto los camiones descargando las balas en el rincón, ante la enorme puerta de la cochera que servía de momentáneo almacén. 

Las niñas, que jugaban en la puerta con las muñecas, han oído el griterío y, dejando a sus bebés plásticos bien tapados y a buen recaudo, también se lanzan cuesta abajo en busca de las sacas.

El más atlético ya anda subido en lo más alto, el resto van escalando los sacos, como pueden. Es una ardua tarea, con una muy agradable recompensa. Cuando la subida se despeja, se oye un grito y empiezan a lanzarse, como torpedos, en un sin parar de subidas y bajadas. ¡Caer sobre un montón enorme de lana es fantástico y alucinante!

Todo transcurre en momentos que para todos es un sin-tiempo eterno, hasta que los trabajadores empiezan a retirar a los niños, porque es hora de distribuir la lana a las fábricas cercanas.

Aún hay rezagados que suben tres o cuatro sacos para tirarse, sólo un poquito más…

Hay que esperar a la próxima entrega. Dependiendo de las necesidades de las fábricas, el juego de las sacas se repetirá pronto.  

Ahora todos huelen a lana. En sus corazones brilla la inocencia. Los juegos más divertidos son esos regalos de la vida cotidiana. Niños que disfrutan lo que sus mayores sufren. 

FIN

C/ Olivillas  – Béjar (Ciudad textil) Hace 50 años. -Salamanca-

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