¡Son jodidamente negros! Tan oscuros e inquietantes como las sombras inescrutables de la memoria. Ya no me atrevo a pasear por las calles, o lo hago retraído, ensimismado, caminando disimuladamente, haciéndome el despreocupado, pero invadido por el terror, el pánico… Aquí y allá se abren repentinos, inesperados, con una irresistible capacidad de atracción. ¡Y, cada vez que uno me alcanza, se traga parte de mi vida!.

 Tiene que formar parte de algún plan increíblemente sofisticado, no pueden coincidir tantas casualidades. Y siempre que hay un plan tiene que haber alguien tras él que busca algo.

 Tal como yo lo veo, alguien anda tras de mi, alguien quiere hacerme desaparecer, aunque no pueda entender porqué. No soy importante, no tengo relevancia alguna, ni posesiones que codiciar, pero estoy absolutamente seguro de ello. Alguien pretende borrar las huellas de mi existencia de tal manera que, cuando desaparezca definitivamente, no queden rastros de mi paso por esta tierra, que nadie pueda encontrar móvil condenatorio pues nadie pueda encontrar siquiera pruebas de mi existencia.

 Mi barrio, el de mis orígenes, ha cambiado tanto que bien podría ser otro país. Han desaparecido todos los cines de mi adolescencia, aquellos programas dobles, aquellos sueños de celuloide, en esa falsa noche mágica del cine, que convertían el mundo en una aventura. Mi colegio no ha desaparecido, pero se ha desintegrado su pasado ¡ahora es un bazar de chinos! Las tiendas en las que había comprado, las tabernas en las que había bebido, los comercios en los que había trabajado, los billares en los que había jugado con mis amigos, los solares, los campos de nuestras correrías, no son ya ni un recuerdo. Han derribado las casas de siempre, y en las que quedan en pie las gentes que antes las habitaban ya no existen, una pléyade de nacionalidades, razas, e idiosincrasias distintas las ocupa ahora, gentes recién llegadas que no pueden recordar quien ha vivido allí antes, ni siquiera como habían vivido. Incluso mis amigos han muerto, se alejaron hace tiempo, o he perdido finalmente toda pista acerca de ellos. ¿Todo eso puede ser casualidad? ¿Todo esto puede ocurrir a la vez, de repente, sin alguien perpetrando una compleja conspiración?

 Mi psiquiatra me dice que es verdad, que alguien va tras de mi, pero que nada se puede hacer por evitarlo, que todo lo que está desapareciendo a mi alrededor lo hace por un mismo motivo: estoy envejeciendo, y la ciudad no para de modernizarse. Que los agujeros negros que crecen a mi alrededor están simplemente siendo reemplazados por retazos de otras existencias, y que el implacable asesino que va tras de mi es el tiempo que, poco a poco, va haciendo desaparecer las huellas de mi paso por la Tierra. Pero no le creo, es tan ingenuo como la mayoría. 

Tiene que haber algo más y, por si mi paranoia no es tal, quede aquí memoria de mi existencia, de la de mi barrio, que esta confesión haga que no quedemos ambos totalmente relegados al olvido.

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