Eran las 6 de la tarde, de un 7 de junio de hace más de 20 años… Cuando Isabela se disponía a revisar el salón de su casa para la fiesta que sus padres ofrecerían con motivo de su graduación como Abogada.
Siguiendo así los pasos de su abuelo materno el reconocido juez de su pueblo natal y los pasos frustrados de su padre, quien amén de estudiar otras tres profesiones, decidió incluir también la de la abogacía.
Todos en la familia Toledo Linares, estaban preparados. Isabela, se puso aquel hermoso vestido de raso tornasol, que su madre le mando a confeccionar especialmente para esta ocasión de reencontrarse con viejos amigos y familiares, y de invitar a los nuevos graduados abogados que culminaban con éxito los seis años de estudios universitarios.
Fue en ese momento, cuando Isabela tomó la palabra nerviosa pero sonriente, agradeciendo al destino y a sus padres que la habían apoyado y dirigió una pregunta a su padre, que brotó de lo más profundo de su corazón:
-¿Padre, tú que has leído esta gran biblioteca, de cuatro paredes llenas de libros a lo largo de tu vida -refiriéndose a la existente en el despacho de la casa-, ¿cuál es la enseñanza o la síntesis de lo que has leído?
Quizás a mí la vida no me alcance para leerla, preguntó Isabela.
El sonido de las copas, platos y cubertería, parecieron desaparecer en un instante, los camareros dejaron de servir, y todos apuntaron la mirada a un solo sitio, el anfitrión de la fiesta:
Él comenzó:
-Querida hija: Hoy quiero compartir contigo y con los aquí presentes, una historia Persa, muy antigua y que ha sido el hilo conductor de mi vida, y también quisiera que sea el vuestro y el tuyo también.
«Para la celebración del cumpleaños de su primogénito, el Rey Abdesamman hizo traer a los más sabios de su pueblo y de los pueblos aledaños.
Los reunió, pues quería dar el mejor regalo a su hijo y les pidió que utilizaran toda su sabiduría para que hicieran un resumen de todos sus conocimientos.
Ellos estuvieron días, semanas y meses reunidos. Imagínense: concentrar toda la sabiduría que durante años habían aprendido en un pequeño resumen.
Así, los sabios acudieron juntos el día del cumpleaños de su hijo Aarón y le entregaron al rey un sobre.
“Esto es todo lo que nuestra sabiduría ha sabido concentrar, todos nuestros conocimientos están en este sobre”, dijeron.
El rey, llamó al primogénito Aarón y le entregó el sobre. Cuando el príncipe lo abrió, éste sólo contenía dos palabras, decía:
“SER BUENO”.
Y ese es, amigos el mensaje que hoy entrego a mi hija y que lo digo ante todos ustedes: “SÉ BUENO”.
– Querida hija, todos esos libros que tú y todos ahora pueden ver en nuestra Biblioteca y todos los que puedan existir en las bibliotecas particulares y privadas, sólo intentan decir una gran cosa y una gran verdad para la vida: SER BUENO, dijo el Padre de Isabela.
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