Dejábamos pan duro para los camellos. Cuando nos levantábamos para ver los regalos ya no estaba el pan… Era como si alguno de nosotros se esforzara en que siguiéramos soñando.

Siempre era muy temprano, como un día de colegio o de trabajo, desenvolvíamos nerviosos los regalos, nos reíamos.

No sé cómo los Reyes Magos siempre saben lo que necesito, decía papá.

Hoy ha vuelto a pasar. No está el pan para los camellos y es muy temprano…

Las risas y el ruido del papel del regalo resuenan en mi cabeza creando un gran silencio.

Y en este silencio solo oigo el sonido de las hojas de este cuaderno, y pienso: no sé como los Reyes Magos siempre saben lo que necesito.

gente


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