Pérdida de cuentas.
Caída de la facturación.
Costes fijos elevados.
Incremento de la deuda.
Despedida y cierre.
Así resumía su padre el drama que supuso cerrar su agencia. Martina tenía, por aquel entonces, cinco años. Ahora es una joven de veintiuno. Ha encontrado estos documentos revisando el trastero, por indicación de su madre, que le ha sugerido que ya es hora de limpiar y pasar página.
Su padre se desligó del sector de la comunicación y emprendió otros caminos empresariales, hasta que las dejó, hace algo más de un año, por una enfermedad rápida e implacable.
Martina es hija única y junto a su madre, han podido salir adelante. El trabajo de mamá y los estudios de comunicación de Martina, las mantienen ocupadas y cuando llegan a casa, se tienen la una a la otra.
Hoy ha bajado al trastero. Revisa carpetas, ve fotografías de eventos en los que aparece papá. Daba la imagen de un gran profesional, seguro y realizado, piensa orgullosa Martina.
Entre acreditaciones, merchan y libretas, aparece una carpeta fucsia. En su mayoría, contiene más documentación y fotografías, solo que aquí, la que más sale es una mujer. Le resulta familiar. ¿Una amiga de los papás? Sigue revisando. Halla un Nokia de lo más retro. Sin batería. Cerca hay un cargador. Lo enchufa a la red. Sin pensar, desmonta su Smartphone, introduce su tarjeta en el antiguo móvil y lo ‘arranca’ con su pin. Trastea en la memoria. Nada ¿Y en imágenes? ¡La misma mujer de la carpeta fucsia! Ahora recostada en una hamaca, posando en triquini, gafas de sol, entre más gente, pero desentendiéndose de ellos y mirando a cámara sonriente. Va al menú: carpeta de mensajes. Se mezclan los suyos con los pocos que aún almacena la memoria. Sube y baja por la lista. ¡Un MMS! ya nadie los envía. Lo descarga. La misma foto con un texto: ‘Aquí en Túnez, pasando un verano que se me hace eterno sin poder verte’.
A Martina todo esto le resulta raro, nuevo. Empieza a intuir que si su padre no se deshizo de ello, sabía que, algún día, podría ser su forma de explicárselo.
Pasan días, Martina despeja el trastero. Da con la dirección y envía la carpeta fucsia a casa de Miriam y Jon. Un entrega confidencial, solo para su destinataria. Son unos viejos amigos de los papás, ‘la vida nos ha ido alejando’, le explica su madre, cuando la joven acierta a sonsacarle.
Un día recibe un mensaje de Miriam:
‘Muchas gracias por tu envío, por tu comprensión. Mi relación con tu padre fue tan efímera como intensa. Tanto que ambos decidimos que nuestras respectivas familias no merecían nuestra ausencia. Mantuvimos un cariño especial en el tiempo, pero éste, que todo lo borra, borró también, con los años, el camino que unía nuestros hogares. Lloré en silencio su pérdida… Te he visto crecer, jugar con mi hija, ambas erais pequeñas, igual ni te acuerdas, hoy seríais grandes amigas, estoy segura. Un beso’.
FIN
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