Jose quiso vivir

Jose quiso vivir

Mar Eguiluz

14/05/2014

4591.jpg

Estamos en el año 62. Una mujer de parto, su gran volumen ya anunciaba que en vez de conformarse con uno ,el amor tan fuerte entre su marido y ella , había ido y vuelto dos veces y eran dos seres los que traía.

El Sanatorio del Valle  era  un clínica para  ferroviarios, en la que sin estar preparados acogían a parturientas.El alumbramiento se adelantó, no se cumplian ni los 8 meses de gestación, los niños tenían prisa por conocer mundo y decidieron llamar con fuerza para salir antes.

El primero ,a pesar de ser tan pequeño, estaba bien de salud y enseguida se puso a llorar. El segundo, era otra historia, su kilo y medio no podía con la vida, y lo dejaron en una batea dándolo por muerto.Eran tiempos difíciles para gestaciones tan cortas y tener al menos un niño vivo era un triunfo. Una sábana blanca cubría la desnudez de su pequeño cuerpo y una enfermera caritativa, le dio las aguas de socorro para que bautizado in extremis no cayera en el Limbo (ese sitio raro donde están los que nunca han hecho daño pero que el tiempo no les ha dado la llave de los Cielos) y la proximidad del día del padre  decidió su nombre: Jose, sin acento.Y allí quedó el pequeñito Jose ,en su recipiente de blanca porcelana, su madre le oyó un quejido, pero era la madre, no la hicieron ni caso. Y la vida que tiene esas cosas increíbles hizo que pasara por allí un médico al que no le tocaba estar, y su vocación salvadora le impulsó a dar una vuelta por los quirófanos.

La casualidad  le llevo hasta esa sala vacía donde un niño yacía inerte envuelto en su blanco sudario. Y dice que vio elevarse la tela, un inperceptible movimiento que él fue capáz de apreciar e inmediatamente dio la voz de alarma; inicio la recuperación. La boca grande con la pequeña. El pececito que boqueaba por haber saltado del mar. Unos pulmones de juguete que empezaron a funcionar y el pequeño se agarro a ese hilo de vida tan fuerte que lo que era muerte se convirtió en vida.

Pero en el hospital, no habían incubadoras, ni salas para niños de kilo y medio. Y ese medico  consiguió que llegara una ambulancia con una especie de incubadora para llevarse al recién nacido.Y otra vez camino a otro hospital, como si la muerte no estuviera contenta de no poderse cobrar su pieza, se estropea la ambulancia y el padre con una determinación absoluta, coge la incubadora y la mete en un taxi. Un bultito diminuto en una caja de cristal dando tumbos  por cada adoquín de Madrid. Consiguieron, por fin entrar en urgencias del Hospital Quirúrgico. Al llegar la monja le dijo: «Para Dios no hay nada imposible, pero lo que usted trae no es un niño». Y como no hay nada imposible, Jose comenzó a crecer.Y al nombre de Jose le añadieron Luis, para no llamarle Pepe.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS

comments powered by Disqus