Con sus horillas a orillas del río Jordán

Con sus horillas a orillas del río Jordán

Miriam Gómez

13/05/2014

Por fin llegó a su locus amoenus. Eran tres habitantes, con ella cuatro, dos de estirpe gatuna. Seres humanos de cierto pelo. No hablaban, sólo maullaban con monosílabos para hacerse entender. Cuando el contexto exigía cambios, giraban la cabeza y ponían cara de otros para comunicarse. Así, sin contracturas ni contratiempos.

Como todo visitante en horas inquietantes, deambulaban con ingente apetito por la zona gélida en busca de víveres, sin alcanzar el éxito en la mayoría de ocasiones.

El tercer habitante sí tenía silueta humana, aunque por cortesía había adoptado personalidad felina.

Ahí me encontraba, el cuarto pasajero, in media res, sustituyendo el «aprende inglés» por este nuevo dialecto, apenas verbal. Muecas, miradas, gestos universales.

En esta fortaleza estaba permitido viajar. Había objetos, olores y sabores de otros mundos.

Una gran acogida me esperaba. Cabía todo. Un ambiente. Dos ambientes. Una secuencia. Dos consecuencias. Un río. Dos mares. Una vida. Siete vidas. Un hogar. Una próxima parada. Esta vez, con estacionamiento familiar.

FIN   

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