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Ese día estaba ordenando una caja de recuerdos cuando descubrí aquella antigua fotografía virada al sepia y sentí que me acompañaría el resto de mi vida.

Es un retrato familiar en el cual se puede ver a mis bisabuelos, de cuyos nombres deriva el mío propio: Daniel y Java Singer, rodeados por sus hijos. Los que se quedaron en Europa, no lograron sobrevivir a la Shoá que fue la catástrofe ocurrida durante la segunda guerra mundial, salvo mi abuelo y uno de sus hermanos que se fueron de allí. En un laberinto de espejos, los niños de aquella fotografía  soñaban con un tiempo sin futuro que pronto se desvanecería como un espejismo.  

Esta familia vivía en Shchurovichi, una aldea cercana a la ciudad de Brody en la región de Galitzia. Mis abuelos siempre relataban que en ese lugar,  había un puente que cambiaba de bandera según los conquistadores de turno: primero el Imperio Austrohúngaro, segundo Polonia, luego Alemania, la Unión Soviética y hoy  es de la convulsionada Ucrania.

Un hermano de mi abuelo, el niño más pequeño que está sentado en el centro del retrato familiar, cayó prisionero de los nazis a la edad de 20 años. Mucho tiempo después mi abuelo se enteró que lo mataron por salvar la vida de su joven amada sacándola del Ghetto en una carretilla oculta entre otros cadáveres dándole sus propias botas para que  escapara. También supo que ella sobrevivió y llegó a vivir varios años en Brasil.

¿Estará viva la enigmática mujer rescatada? Esa historia formaba parte de un pacto de silencio familiar tan profundo que, solo con nombrarlo, el horror se revelaba a través de las miradas. Las respuestas perdidas seguían esperando dentro aquella antigua fotografía virada al sepia.

Hace apenas unos días sucedió algo sorprendente.  Encontré a mi hija buscando datos sobre la Shoá. Le pregunté por qué lo hacía y ella me atravesó con su prístina mirada de tempranos 19 años, al tiempo que  dijo:”A partir de ahora yo voy tratar de revelar el enigma buscando a aquella mujer  sobreviviente”.

Un aire fresco entró por la ventana.  

Reflejada en sus pupilas, la pantalla azul esperaba una señal para iniciar la búsqueda. Una realidad tan cruel como inexorable,  retrato de un pasado que sigue reclamando memoria, encerrado en una imagen, para  transformarse hoy en una pulsión de vida.

 

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