Yo que enterré a mi padre en vida, no por falta de cariño, no, sino por la mala vida que le dio a mi madre, gentes de otra generación con otros valores y otra educación. Intenté reconciliarme pero el destino no lo quiso, demasiados enfrentamientos, demasiadas disputas.

Ahora está ahí llorando, cabizbajo, ¿será verdad que tiene corazón o simplemente finge? Da igual, ya todo da igual. A su lado mi hermana mayor consolándole, la del gran corazón, la que se desvive por todos, el nexo que nos une. Al otro lado mi hermano, se le ve distraído, ausente, no es que no tenga sentimientos, es que nunca se reflejan en su cara, la mentalidad científica se apoderó de él hace muchos años y le sigue poseyendo. Más alejada mi otra hermana, desconsolada, destrozada, últimamente nos veíamos más y comunicábamos muy bien entre risas y buenos recuerdos. Todos ellos están rodeados de sus propias familias, consolándose unos a otros. La imagen me resulta peculiar por lo heterogénea, pero ya se sabe nadie puede elegir a su familia.

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Al final en un sitio discreto, distante, está mi compañera la que me provocaba con su sonrisa, con sus labios, carne suculenta, manjar afrodisíaco, fruta prohibida servida a los dioses del Olimpo. Echándole de menos alimentaba los sinsabores de mi pasión desbocada, lujuriosa, llena de pecado carnal. Todavía siento como su olor penetra en mi nariz socavando un túnel hacia mi cerebro para así fijar el recuerdo y no olvidarlo nunca. Pasión desmedida sin fin

Los observo desde aquí, acostado en mi ataúd, 

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sin ninguna prisa, el tiempo ya no importa, mi reloj dejó de sonar, aunque sigo escuchando su tic tac en la lejanía. La perspectiva es diferente, estás muerto y todo se ve de otra manera. Te das cuenta de la relatividad de las cosas y das importancia a lo que verdaderamente la tiene, tu gente, aquella que en algún momento verdaderamente te quiso. Es mentira eso de la sangre, algo hace claro está, pero no lo es todo.

Tranquilo dentro de mi nueva cama, todo tiene sentido, todo está en orden, el círculo se cierra, vuelvo a pertenecer al universo. Lo gracioso, dentro de la lógica mortuoria, esa que no se puede estudiar, es que estoy feliz porque he conseguido verlos a todos juntos antes de mi huida como siempre quiso ella.

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Me despido, el viaje ha comenzado, todo se difumina, todo se aleja, las corrientes fluyen, las estrellas se acercan, la perfección del caos es real. Nunca había pensado que una lucidez tal pudiera darse, estamos dentro de una red conectados en armonía, dependiendo unos de otros, los papeles están claros, la comunión es perfecta y ella está a mi lado. No hay miedos.

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