Un cocktail para Errol Flynn

Un cocktail para Errol Flynn

Miras tus pies, sumergidos en el agua, y tus manos, aguantando tu peso sobre las rocas. Sientes el agua de mar refrescando tu piel infantil, el sol calentando tu pecho y la brisa meciendo tus cabellos. Tus ojos pasan de escudriñar tu piel, tan blanca, y el fondo del mar, donde viven los erizos negros y las rojas estrellas, a buscar el “Zaca” en la lejanía, hasta que el sol poniente te ciega y decides tirarte a nadar.

Hace un rato, un poco aburrido ya de la canícula -pese al frescor que procuran los pinos de Sant Agustí- habías cogido la bicicleta y habías ido a buscar a Tolo, el niño del chalet vecino, con el que juegas a corsarios tantas tardes, emulando, precisamente, las escenas de enfrentamientos espada en mano protagonizadas por el dueño del “Zaca”. Pero hoy la casa de Tolo estaba cerrada, y has decidido pedalear hacia Palma cuando, a medio camino, has visto el enorme velero de Errol Flynn surcando unas aguas brillantes como la plata. Tu corazón se ha acelerado y, tras dejar la bici apoyada en una farola, has empezado a descender por las rocas hasta llegar a la orilla.

Y ahora, en este preciso instante, te zambulles y braceas lo más rápido que puedes hacia el barco. Imaginas que lo alcanzas, que te invitan a subir a bordo y que compartes un cocktail con el dueño de la goleta y su familia. Deseas jugar con los chicos de Flynn, como aquel niño que ayer salió en el periódico, el hijo del patrón del yate, y poder contar también que has recibido un regalo del actor y besado a la pequeña Arnella, la hija de Errol y Patrice.

Recuerdas las palabras que tu padre, maître en el Hotel Maricel, extenuado tras dos meses de eternas jornadas de trabajo pero extremadamente contento, pronunciaba esta mañana: “Ayer noche, Errol Flynn y su pandilla cogieron una borrachera impresionante. Pedían un cocktail tras otro. ¡Lo que me han dado de propina es más de lo que me pagan en el hotel en un mes!”. 

Y piensas que a tí las propinas te dan igual, tú también tienes derecho a salir a navegar en el “Zaca”, mientras tus brazos no pueden seguir más a tu cabeza y el velero se aleja, hundiéndose en el horizonte. Y al salir del agua, cogerás de nuevo la bici y te dirigirás al hotel donde ahora tu padre está sirviendo cubalibres y dry martinis, para exigirle que esta misma noche te presente al héroe de tus sueños.

Porque esta foto te ha puesto en la piel de ese niño blancuzco que nunca se atrevió a llevarle la contraria a su padre, ¿verdad, papá? Anda, pídele al abuelo que te presente a Errol Flynn y, cambio, tú le servirás todos los cocktails que pida.

FIN.

Simón Estades (centro). Hotel Maricel, Mallorca, 1955.

Simón Estades (centro). Hotel Maricel, Mallorca, 1955.

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