Y tal vez no fuera la primera vez que ella contaba esa historia, seguramente la había escuchado yo de fondo una docena de veces; pero si tengo un gran defecto, entre tantos otros, es el de no saber escuchar, no saber prestar atención a lo que a primera vista no me parece significativo. Y aquel día mi abuela, más delgada y canosa, pero sin duda y como siempre tan risueña, con su principio presuroso de alzhéimer, respondía como podía a las preguntas que mi hermana le hacía sobre un pasado lejano.
Medio succionada por los cojines y el sofá, tejiendo una mantita azul para su futuro bisnieto, buscaba dentro de su propia madeja de lana los recuerdos que se resistían a ser presa del olvido.
Aquella tarde mi abuelo estaba en el hospital, por eso nos encontrábamos todas allí: Mi hermana, una futura generación engordando su vientre, mi madre, mi abuela y yo.
Mi hermana quería saber más e interrogaba cariñosamente a la abuela, despertándome de mi letargo «A ti, que te gusta tanto escribir, deberías contar la historia de la abuela»
La historia de la abuela pensé, la historia de su padre escapándose con sigilo de los franquistas por el tejado de los vecinos, la de su madre siguiéndole a Francia… Pero no, aquella no era la historia de la abuela, aquello era un suceso más, una crueldad de tantas, otra crónica de guerra.
La historia de mi abuela la sé ahora, un año después de que mi abuelo muriera, ahora que su bisnieto corre hacia sus brazos y ella no le reconoce.
La historia de mi abuela la sé, ahora que ignora lo que son los estallidos de la guerra, ahora, que solo hay una cosa que sabe, que él la espera, asi que tenémos que ir a casa, nos dice, que estará preocupado, porque nunca han estado más de unas horas separados, en cuarenta años… Y sonríe siempre que habla o piensa en él, y puedo ver en el rostro de mi abuela a una adolescente. La observo, su mente se dispersa pero regresa a él constantemente. Cada cinco minutos se acuerda, de ese olor y ese tacto que nunca olvida. A cada minuto nos pide, a esos extraños que estamos a su alrededor, que la llevemos con él.
Así que la historia de mi abuela no es una historia de guerra, es y será siempre una gran historia de amor, con la que trataremos de combatir, el implacable olvido.
FIN
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