Esta historia que les voy a relatar tiene que ver con las personas que nos cruzamos a lo largo de nuestra vida y que en algún momento, sin darnos cuenta, marcan nuestro destino.
Mi padre y mi madre siendo unos niños de nueve años se vincularon para siempre con unos simples garbanzos torraos.
Mi abuela materna Martina, quedó viuda allá por los años cuarenta, con cinco hijas a su cargo, de edades comprendidas entre los cinco y los catorce años. Mi abuelo materno Alfredo, murió de una neumonía a causa de las secuelas de la guerra. Murió en un cortijo a tres kilómetros del pueblo más cercano.
Por aquel entonces, mis abuelos Martina y Alfredo, junto con sus cinco hijas vivían en este cortijo, que en realidad era una almazara que disponía también de vivienda, como era habitual en aquellos tiempos y dónde mi abuelo hasta antes de morir trabajaba en la elaboración de aceite de oliva. Pues bien, mi abuelo paterno, que también se llamaba Alfredo y que vivía en el pueblo más próximo a la almazara, como buen vecino, al enterarse de la noticia de la muerte de mi abuelo, cogió su damajuana , la llenó de agua fresca de la fuente de la morera y sin más se fue andando hacia la almazara junto con mi padre, que recién cumplidos tenía los nueve años, para presentar las condolencias a la viuda, mi abuela Martina, y para ayudar en los acontecimientos.
Nada más llegar y dar el pésame, mi abuelo paterno envió a mi padre de vuelta al pueblo desde la almazara, ya que necesitaban con urgencia el certificado de defunción. Mi padre no dudó en obedecer a mi abuelo y cogió de nuevo la damajuana la llenó de agua fresca de la fuente, esta vez de la almazara y se preparó para volver. Entonces mi padre oye una voz, era mi abuela Martina que le llamaba para que fuese a su lado. A pesar de las circunstancias, mi abuela con una sonrisa, y con mi madre a su lado, le metió en los bolsillos del pantalón de mi padre unos puñados de garbanzos torraos recién salidos de las brasas y le dijo: toma hijo para el camino.
Mi padre se fue al pueblo y volvió con el recado. Nunca olvidó el regalo que le hizo mi abuela y siempre cuenta esta historia con una sonrisa.
Fuente de la morera Fuente de la almazara
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