El incendio de mi casa

El incendio de mi casa

Aquél viernes 19 de julio de 1985 había sido especialmente pesado en esa pequeña destilería de petroquímicos secundarios pomposamente llamada “Productos del Petróleo, S.A. de C.V.” Los jefes estuvieron muy pesados y antipáticos, seguramente alguna pulga rara los picó, pero eso carecía de importancia ya que ellos estaban por irse a tomar un baño de vapor en algún prostíbulo de la Colonia Roma “para desfogarse” y yo a mi casa pues había rechazado, como siempre, su, para mi gusto, grosera y grotesca, invitación para acompañarlos.  Además era viernes, así que un agradable fin de semana me aguardaba, tenía planeado ir el sábado a remar en Cuemanco para luego ir al pequeño y casi oculto panteón de aquella localidad a orar por mi amada Rosa que ese día cumplía un año de muerta, apenas me esperó en su habitación del Hospital Siglo XXI para darnos un corto pero intenso beso y tomada de mi mano derecha, con inusual fuerza, morir con sus negros ojos bien abiertos. Con aquellos pensamientos que me bombardeaban sin cesar soporté estoicamente el pesado y largo camino y tráfico de la Avenida Tláhuac, mi viejo vochito, original, armado en Alemania, modelo 1965,  ya casi no traía gasolina pero no hice ningún alto para cargar pues sabía que aquél noble cochecito con solo olfatear un poco de combustible caminaba solito, sería mejor cargar el sábado por la mañana con la gasolinera prácticamente vacía. En todo esto ocupaba mis pensamientos sin siquiera sospechar que mi casa, completita se había quemado en un tremendo incendio del cuál mis vecinos de al lado se enteraron porque lo vieron a distancia desde arriba del Circuito Interior. Mi madre me aguardaba en la esquina de la casa para que no me fuese yo a asustar pero su presencia, y la imagen de la casa totalmente negra, a oscuras, sin vidrios y con las ventanas retorcidas me alarmaron más aún.  El caso es que mis cinco hermanos, dos hombres y tres mujeres, estaban internados en la Cruz Verde, Rubén Leñero, a causa de una fuerte intoxicación por inhalación de humo, a Pilar, mi hermana menor, la habían tenido que sacar unos policías judiciales por una ventana trasera de la casa al edificio de junto pues se había quedado atrapada en una recámara entre las enormes  llamas, desde aquél infausto día no soporta quedarse encerrada en sitio alguno. Cumplía 22 años mi hermana Leonor, la que sigue de mi en edad y los invitados a una pequeña fiestecita que se le había organizado por tal motivo comenzaban a llegar con flores o regalos entre las manos. Tampoco faltaron unas parientes ricachonas que ya sabiendo del catastrófico accidente les pareció “nice” y “cool” llegar con un pequeño pastelito y una gran gelatina multicolor. El herrero que causó la tragedia e inmediatamente huyó, titiritaba de miedo al suponerse en la cárcel, pero mi madre hubiera sido incapaz de dejar a sus cuatro hijitos huérfanos de padre. Así fue como viví El Incendio de mi casa.

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