-No es bonita… Es muy sexy y se sabe vestir. 

-Tampoco es que se vista tan bien… Es que se maquilla como Sofía Loren y a los hombres los enloquecen las italianas tetonas.

Cuchicheos de chicas universitarias. Mi madre carece del tipo de sensibilidad social que nos permite a los humanos intuir lo que otros piensan de uno. Esto ensaña la impertinencia de su voluptuosidad. La envidia que disparan contra Mami rebota en la burbuja de su indiferencia retornando a su origen en el impacto de una bofetada letal: la que recibe una mujer cuando su novio no puede resistir la tentación de mirar a otra.

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Comienzan los años sesenta y mi padre ha hecho siempre lo que se espera de él como hijo, estudiante, hermano, amigo y soldado. No es guapo pero si inteligente, honrado y trabajador. Se dice que triunfará en lo que quiera. De buen corazón pero demasiado comedido y le horroriza desilusionar. Se desilusionó a si mismo tratando de no incomodar a nadie y pasó desapercibido queriendo agradar. Se enamoró de mi madre el día en que la vio y a ella la conmovió su forma simple de abordar. Luego la frustró la inmensidad del temor que lo paralizaba y a él lo indignó lo que percibió en ella como temeridad. 

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A los quince años descubrí que mis abuelos maternos no eran casados. Papá le escribía a mamá desde Estados Unidos adonde se había ido a hacer una maestría. 

La esposa de don Manuel ha muerto. Ahora tu mamá podrá casarse con tu papá. Serás hija legítima por fin. Te amaré por siempre, Geño. 

Cuando encontré esta carta, Papi ya estaba de vuelta. Seguirían juntos por cinco años mas. El se enredó con una secretaria y Mami lo dejó. 

La ternura y los cuentos de mi abuela Justina me enseñaron que los errores no anulan al amor. Yo mecía a mi hijo de cinco meses cuando Abuelita murió camino a conocer al bisnieto con quien tanto había soñado. De ella heredé un baúl cerrado, lleno de fotos y papeles viejos. Entre los papeles encontré el documento que transformaba a sus tres hijos: mis dos tíos y mi madre, en hijos legítimos ante Dios y ante la ley. Había vivido con mi abuelo durante cuarenta años cuando este papel amarillento y desteñido la absolvió de su pecado.

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No soy nada fea, pero tampoco deslumbrante como lo era mi madre. Tengo presente lo que se piensa de mi y a veces me preocupa pero no me paraliza como a mi padre. Cuando miro estas fotos de gente imperfecta se me ensancha el corazón y se me aguan los ojos porque son los personajes de mi vida. Entonces las lágrimas agudizan las imágenes y los veo perfectos. Si en la vida me queda algún secreto por contar lo gritaré a los cuatro vientos para dejarle a mi hijo un baúl abierto, sin negativos…Digital…

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