El tío Joaquín cumple noventa y cinco años. La familia se reúne para felicitar al anciano. Preside la mesa, rodeado de sus hermanas, sus sobrinos y los hijos de sus sobrinos. Siempre fue un soltero muy reservado.
Durante la comida, cierra los ojos, y sin que nadie lo advierta, comienza a hablar con el espectro de su gran amor, que se le antoja tan real como el resto de invitados.
– Mira Elena, son mis sobrinos, los hijos de mis sobrinos, que no se llaman como yo, ni como tú. No consigo entender lo que dicen. ¿Cuánto tiempo ha pasado ya?. Te quise tanto. Te quise antes de saber tu nombre.
Y Elena, como un escalofrío, le responde,
– No te inquietes, caro mío, te estoy esperando.
Mientras tanto, en el otro lado de la mesa, conversan Rosa, la nueva novia de Pablo, y Emilio que es el mayor de los sobrinos.
– Verás Rosa, – comienza a decir Emilio – cuentan que una noche de San Juan, durante la celebracion del gran baile, el tio conocio al gran amor de su vida. Era la hermosa cantante de la orquesta Diamante. Estaba muy enamorado y al poco tiempo se fugó tras ella. Durante unos años, no se supo nada de él. Al fin, regresó a casa, solo, enfermo y derrotado. Ella ya no estaba. Supimos que habia muerto, pero no hay mas detalles, y desde entonces, el silencio.
– ¿Y no le habeis preguntado? ¿No teneis curiosidad por saber lo que pasó?
– Ya solo inspira compasión – concluye Pablo.
Yo sé que todavía conserva, entre sus tesoros, un recorte de una revista de entonces,
«La cantante Elena Della Stella fallece en accidente. El pasado sábado, los carabineros del puerto de Capri, hallaron el cuerpo sin vida de la popular artista en su barco de recreo, que navegaba a la deriva. Todo parece indicar que durante la travesía, sufrió un accidente que le causó la muerte. La policía investiga los hechos. Elena Della Stella, disfrutaba de unos días de descanso en su país natal, donde ha causado gran sorpresa la noticia, al hacerse publico que su verdadero nombre era el de Renato Bonezzi».
El tío se ha quedado ausente, y por un momento siente el dulce tacto de las manos de Elena.
– Joaquín tienes que soplar las velas, – le susurran al oído-
Todos cantan cumpleaños feliz, y se arremolinan en torno al tío y a la tarta con dos velas encendidas. Un nueve y un cinco.
Han apagado las luces y el tío se sobresalta, mira a todos sus familiares, y solo es capaz de ver ante sí el fantasma desnudo de Renato, que sangrando por la frente le dice – «Ven conmigo, viejo cabrón, todo ha terminado».
El viejo Joaquín sopla apagando las velas.
Renato ríe con carcajadas, que nadie escucha
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