EL REY QUE SE CONVIRTIÓ EN TIRANO

EL REY QUE SE CONVIRTIÓ EN TIRANO

Marie

24/04/2014

“EL REY QUE SE CONVIRTIÓ EN TIRANO”

No sé a quién culpar, pero encuentro tantos culpables que tengo la sensación de que estoy siendo injusta.

Dicen que la felicidad es una utopía, así será porque nunca la he rozado ni de soslayo.

No me libro de esta sensación de inquietud. El miedo me ha acompañado toda mi vida, me gustaría saber cómo se convirtió en mi compañero de viaje y cuando se instaló en mí, sin permitirme vivir todas aquellas sensaciones que otros han podido disfrutar.

No fui una niña feliz, viví condenada a la angustia por un padre que ahora es considerado como maltratador. No pasé hambre, solo la que te produce la falta de cariño. Deambulé por la infancia anhelando esa caricia que nunca llegó.

Las niñas dicen que se enamoran de sus padres, los convierten en los reyes de sus cuentos, en los héroes que nunca permitirán que monstruos y malvados puedan hacer daño a su pequeña princesa. En mi cuento nunca hubo héroes, solo villanos, y el mayor de todos, aquel al que yo quería querer y que no se dejaba. Alguien lo apodó el ogro y a pesar de mi pena, en eso se convirtió.

No permitió la armonía que un niño necesita en su vida. Vivimos con la agonía de que pudiera ocurrir una tragedia fatal y esa sensación es la que no he podido sacudirme a lo largo de mi vida, siempre esperando lo peor, instalada en la angustia permanente, sin saber que la tragedia ya había llegado y que nos marcaría a fuego para toda nuestra vida.

Hablo en plural porque creo que hay más víctimas en esta historia. Aunque mi madre compensó aquella falta de cariño, su condición débil, puede que anulada, y su resignación ante aquel esperpento de vida que le tocó en suerte, no tuvo la voluntad y el coraje suficiente para sacarnos de aquella situación. No sé si injustamente es a la que más culpo, por estar tan imbuida en su propia desdicha y no ser capaz de intuir la destrucción que en nuestras vidas estaba ocurriendo.  Destrucción que nunca hemos podido recomponer sobre una base tan arruinada.

Mi hermano, el primogénito y futuro heredero de aquella sociedad patriarcal rancia y trasnochada. Sufrió como varón una herida más, la del orgullo agraviado, la de la impotencia de no poder luchar contra toda aquella vejación, ¡solo era un niño!, se alojó en el silencio, en la distancia física, aunque nunca en la emocional, y fue tragando una a una todas las frustraciones que la vida le obsequiaba.

Todavía me pregunto en mi madurez ¿cómo un ser humano puede hacer tanto daño, dejar tantos “cadáveres” a su espalda, y vivir sin la necesidad de ser, no ya querido, sino un mínimo respetado, y tener la conciencia tan tranquila de pensar que actuó como debió?

Para mí fue “EL REY QUE SE CONVIRTIÓ EN TIRANO”

Aquel que no supo o no quiso querer a nadie y por nadie fue querido.

Fin

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