En la España de 1909 tuvieron lugar infinidad de acontecimientos, algunos trascendentes, como el envío de tropas a Marruecos o la Semana Trágica de Cataluña, y otras cotidianas, pero solo uno, en mayo de ese año, que hizo viable la formación de mi familia tal como la he conocido. Se trata del nacimiento de mi abuela Pilar, dentro de una familia burguesa de la Zaragoza de la época. Era la tercera hija de Rafael, oriundo de Huesca y propietario de una Agencia de Quintas, y Pascuala, de Tauste, delicada y sumisa como las féminas «de bien» de aquellos tiempos. El primer hijo de esta familia, Rafael, había fallecido de difteria con solo cuatro años. César, el segundo, tenía cinco cuando nació Pilar. La vida familiar era apacible, aunque por fluctuantes manejos del negocio por parte de Rafael, su economía doméstica sufría, de tanto en tanto, altibajos, aunque se mantenían las apariencias a nivel social.
Pilar fue creciendo mientras era educada en casa,entre profusión de libros y recibiendo clases de lectura, cultura general, piano y bordado de una profesora que acudía tres veces por semana. Su madre le enseñaba ganchillo y su padre le hablaba con frecuencia en francés, pues era hijo de un bordelés que se había instalado largo tiempo atrás en Pamplona y luego en Huesca, y le impartía las estrategias del ajedrez, por lo que la niña recibía una instrucción bastante atípica para la media de aquella sociedad.
La agencia de Rafael floreció a causa del envío masivo de tropas a Marruecos y, posteriormente, por contingencias debidas a la neutralidad de España en la Gran Guerra, aunque debido a los sucesos de Annual, en 1921, y otros posteriores, la sociedad se volvió inestable y el ambiente no lograba el equilibrio, por lo que en mayo de 1923 Rafael tramitó su pasaporte y los de su familia, compró un pequeño camión, cerró su casa y marcharon hacia el Pirineo, para pasar a Francia simulando ser vendedores de seda. A nadie avisaron, y el motivo de esa partida intempestiva se veló, quedando entre los misterios familiares.
Según rezan sus pasaportes, llegaron hasta el Consulado de España en Burdeos y, a continuación, tramitaron su visado ante en Consulado de los Estados Unidos de Brasil, para partir desde el Puerto de Le Havre en julio de 1923. Viajaron en un buque de la Compañía de Vapores Forbin. Queda en la incógnita, también, por qué no partieron de Burdeos sino del puerto normando.
Llegaron a Brasil en septiembre de 1923, pero su destino final fue Montevideo, a saber por qué. Allí vivieron mil vicisitudes, y Pilar se casó con Mateo, inmigrante mallorquín, en 1931. Al año siguiente nació su primogénito, Nicolás, portador de una herencia ibérica y gran amor por la patria nueva, pequeñita, próspera en un tiempo. Nicolás fue mi padre. Fue quien me rodeó de cultura, de sones españoles y de historias que, junto a las de la abuela Pilar, lograron enamorarme de España, país que hoy es el mío.
FIN
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