– ¿Están todos?– Sí, señor. Nuestros informantes no estaban del todo seguros, nunca hemos conseguido informantes de la esfera más cercana así que todo eran rumores y suposiciones pero, siendo franco, señor, lo de las fotografías fue un golpe de suerte– Buen trabajo, muchacho. Cierra la puerta cuando salgas.
Llevaba más de diez años buscando la manera de probar que el respetado Ebanista no era más que un vulgar ladrón como todos los “jefazos” que aparecían en esa foto…es un descuido muy impropio de Él…pero así es la vanidad de los que se creen invulnerables…la mayor reunión de capos de la historia y se hacen “fotos de familia” haciendo turismo…imbéciles…
– Los hombres están listos, señor
Cerró las carpetas, comprobó el revólver y miró la americana con un gesto de desaprobación.
Maldito calor, maldito país…todo se acabaría hoy.
Guardó una de las fotografías en el bolsillo interno de la americana. Cuando tuviera esposado al Ebanista se la tiraría a la cara. Su momento de triunfo estaba cada vez más cerca.
Abrió la puerta y respiró hondo, era el momento del discurso.
Un estallido de dolor en la base el cráneo. Se desploma en el suelo y no llega a ver más que unos zapatos negros muy caros.
Abre los ojos, el dolor en la nuca es insoportable, está mareado. La imagen empieza a aparecer a través de una neblina gris…sus hombres estaban en el suelo, muertos o inconscientes y una voz empezó a hablar…la oía lejos, las palabras llegaban como a través de un tubo
– …ejo amigo, ¿la interpol te trata bien?
– ¿qué?
Solo quería dormirse y dejar que la neblina regresase, que volviera a cubrir toda la imagen pero aunó todas las fuerzas que tenía para moderse la lengua y que el dolor le despejase la mente.
El Ebanista estaba sentado en el escritorio del muchacho y miraba fijamente con una expresión divertida en sus ojos negros. A su lado se encontraba su joven ayudante y sonreía. Las piezas empezaban a encajar.
Un olor a gasolina llegó hasta él y vio en el fondo a los hombres del Ebanista. Vertían el líquido por toda la nave.
Se sentía perdido y humillado, un gorila le había arrancado la americana y estaba revisando los bolsillos. Su revolver ya no estaba en la pistolera, estaba en la mesa. Inútil… como los de sus hombres.
– Tome jefe, esto estaba en el bolsillo.
La foto del Ebanista…lejos quedaba ya su momento de gloria cuando pensaba que le condecorarían y…
– ¡Luis! ¿es que vos no pensás? ¡No ves que son niñas pequeñas!
– Teresa…a ver que…las fotos…
– ¡Andate! ¡Andate de aquí! Que yo las duermo…siticas mis niñas con ese viejo contándoles pendejadas
– agüelaaaaaa….¡a nosotras nos gustaba la historia!
– A ver, a ver, a ver…o les cuento yo algo o se duermen solas. ¿qué cuento les cuento?
– ¡El de las ánimas y el muerto!
– Bueno…a ver…Hace mucho tiempo en…
Fin
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