ATRAPADA POR EL DUENDE DEL FLAMENCO

ATRAPADA POR EL DUENDE DEL FLAMENCO

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          Soy la “peque” de la familia. En aquella época emitían programas de música pop, flamenco, cantautores… Esa música me resultaba agradable, pero el flamenco me transportaba, su desgarro me transformaba.

          Durante mi vida el flamenco ha estado muy presente. Conocí la peña “La Paquera de Jerez”, un pequeño local lleno de adornos y fotos de artistas, regentado por Montxo, un gitano de pura cepa, que siempre lo engalanaba con flores naturales frescas. Hice amistad con bastante gente gustosa del flamenco, entre ellos Sole quien comenzaba a dar clases en dicha peña.

          Allí escuchaba cantar y bailar al público asistente. A mí el flamenco me impulsaba a moverme, mi alma volaba y mi mente susurraba poemas desgarradores nunca escritos. Sentía ganas de ir al tablao y bailar, pero me contenía porque no podía caminar. Un día no aguanté más, me quité el cinturón de seguridad y bajé de mi silla al tablao. Vi a la gente apartarse dejándome paso un tanto contrariada, bailé flamenco a mi manera. Bastantes personas se asustaron, a otras no les pareció bien que bailase, pero hubo quienes se emocionaron y me felicitaron. Bueno, pasé de todo y disfruté como nunca emborrachada de mi baile flamenco horizontal.

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        Se corrió la voz que bailaba y me invitaron a participar en un acto organizado por la Asociación de Esclerosis Múltiple. Una pareja sin diversidad funcional intervino enseñando al público cómo se danza en silla de ruedas. El público observó como la gente con discapacidad puede combinar el baile en silla de ruedas con otra persona sin problema de movilidad. Al término de la demostración, aparecí gateando en el escenario. Me presenté como una aficionada “bailaora” de flamenco horizontal. Escruté los rostros del respetable, no salían de su asombro ni concebían aquella presentación.  Miré a Sole para que pusiese la música sin titubear. Gocé como una chiquilla, sabía que mi flamenco salvaje estaba rompiendo esquemas mentales. Bailé, el público se quedó paralizado, no hubo demasiados aplausos, sin embargo, me sentí satisfecha por el resultado.

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       Poco tiempo después  pregunté a Sole si quería perfeccionar a esta “salvaje”, fue muy sincera al decirme: “Nunca he enseñado a una persona en tus condiciones, pero podemos intentarlo”. Todo se desarrolló sin problemas, había sintonía y nos acoplamos.

¡Quién lo diría,

siendo vasca

sin poder caminar

y bailando por bulerías!

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