Un mágico talismán

Un mágico talismán

Beatriz Marzano

12/04/2014

 Mi historia familiar se relaciona con la dulce mentora de mi destino. Ella fomentó mis fantasías desarrollando mi imaginación para encontrarle a todas las cosas una explicación valedera, soñadora y algunas veces…real.

  Los cuentos de mi abuela poseían la fascinación de transportarme hacia mundos  lejanos, fantásticos y aterradores.

  La canícula jugaba en los tejados resbalando hacia el patio de la casa, cuando ella me llamaba:

-¡Betty!  ¡Es hora de la siesta!-

-¡Voy!- respondía, abandonando con gusto cualquier juego.

  En la fresca penumbra de la habitación, me acostaba en su cama y… comenzaba el ritual. La abuela sacaba su mágico talismán guardado bajo la almohada: una pantallita de mimbre con una rosa roja pintada en el centro. La agitaba enérgicamente y yo me montaba en su vertiginosa ráfaga hacia mundos diferentes cada día.

– Nací en Italia…en la región Toscana…exactamente en Siena- me decía.

-¡Tendrías que ver el verdor de sus colinas! ¡Sus viñedos! ¡El color del vino Chianti!-

  ¡Podía ver todo! Su casona de piedras…el establo…sus vacas y ovejas… las  gallinas…y un sendero serpenteando entre sembrados…

 ¡Sentí su dolor y lloré sus lágrimas de despedida! Vi el puerto de Génova desde el barco. En el muelle saludaban sus abuelos y tíos despidiéndose para siempre de ella y su familia.

 Con seis años llegó a Argentina. Los mismos que yo tenía.

-¡Yo no podría dejarte nunca, abuela!-dije angustiada.

-¡La vida tiene sus más y sus menos!  ¡No pude volver! Pero… algún día irás tú… y cuando llegues… ¡besarás mi tierra!-respondió nostálgica.

-¡¡¡Siiii!!!- prometí.

  En otra siesta, su talismán se volvía terrorífico. Ella me contaba sobre duendes muy feos que pululaban por los techos a la hora de más calor. ¡Eran HORRIPILANTES! Usaban sombreros de copa puntiaguda y llevaban una  bolsa a cuestas para cargar los niños que atrapaban cuando jugaban afuera a esas horas.

¡A mí…no  me encontrarían! ¡Yo tenía a mi abuela y su talismán!

 Un día se desató una tormenta… ¡Lluvia, truenos y relámpagos! Acostándome a su lado, dije: -¡Tengo miedo!-

  Sacó su adminículo todopoderoso, me abanicó y comenzó su relato:

-Los angelitos viven en el cielo… Cuando se aburren… juegan a las escondidas. Haciendo mucho ruido corren camas, roperos y mesitas de noche ocultándose detrás.-

-¡Son los truenos!- adiviné.

-¿Y los relámpagos?-pregunté rápidamente.

-Un angelito busca prendiendo y apagando su linterna para encontrar al resto- explicó.

-¿Y qué es la lluvia?- consulté intrigada.

 – Corriendo las camas para esconderse, vuelcan el recipiente del “servicio” o “pelela” que guardan bajo  ellas- contestó sonriente.

-¡PUUUAAAJJJ!

  ¡Perdí el miedo a las tormentas y… ya sexagenaria… nunca lavé mis cabellos con agua de lluvia!

  ¡Abuela Tedda! ¡Mi mágico talismán de la Toscana!

¡La vida me arrebató muchos sueños! pero…aún conservo la ilusión de besar su lejano terruño natal y…cumplida mi promesa…confiarle al viento de sus lares…que ningún potente ventilador o moderno acondicionador de aire pudieron jamás desatar mi imaginación como lo hizo “su refrescante pantallita”.

                                                             FIN

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