Hay verdades que se saben desde siempre por mas que se las quieran ocultar.
Por aquel 1975 el destino de nosotras tres nos había reunido: mi madre biológica , mi madre adoptiva y yo; todas con diferentes necesidades pero que encajaban perfectamente para la necesidad de la otra. La deseperación de mi madre adolescente sin tener a donde ir con una niña en brazos, totalmente sola con una vida algo mas que dura me atrevo a decirlo, mi madre adoptiva con la necesidad de sentirse realizada como mujer y yo indefensa con la necesidad imperiosa de ser criada en un seno familiar y con amor.
Crecí feliz y tengo buenos recuerdos de mi infancia, me casé, tuve hijos y al cabo de casi siete años de matrimonio me separé.
Decidí entonces emprender la búsqueda y de saber el porque de la decision de aquella mujer de regalarme, deseaba conocerla, conocer a mis abuelos, hermanos, sobrinos y demás tios.
Fue duro para mis padres adoptivos reconocer lo que siempre sospeché sobre mi adopción y para no lastimarlos decidí iniciar la búsqueda cuando ellos no estuvieran en esta vida, pero el destino se había encaprichado en adelantar los tiempos fijados y puso en mi camino personas que se interesaron en mi historia de vida y que me ayudaron, mientras tanto por otro lado, una de mis hermanas a escondidas de nuestra madre pedía ayuda para dar con mi paradero en radios y en una ocación le hicieron una entrevista un diario, pero nada tenía frutos aún.
Cuando conseguí la dirección me llegué con la ayuda de un amigo, mis ojos estaban nublados mientras golpeaba las manos frente a aquella humilde casita, entonces fue cuando ella salió a atenderme sin saber quien era yo.
La miré a los ojos y le pregunte si ella hacía años atrás había regalado una chiquita y sin darle tiempo a que respondiera me adelanté y le dije:» porque esa chiquita soy yo».
Salió detrás de las rejas y me abrazó fuerte fuerte mientras llorábamos ambas luego salió mi hermanita y preguntó que estaba sucediendo a lo que nuestra madre le dijo: «ella es tu hermana de quien te hablé» y nos abrazamos, al fin tenía los hermanos que siempre le pedí a la vida cuando era pequeña, mi otra hermana la que me buscaba por los medios de comunicación al enterarse de mi lloraba por teléfono, no lo podía creer.
Mi madre había hecho un juramento de palabra a mi madre adoptiva: jamás regresar por mí.
Pero ello la torturaba, no sabía nada de mí, si estaba viva aún o no, si tenía nietos o no y sin querer yo le había realizado su tan anhelado sueño: tener a sus cinco hijos juntos. Mi búsqueda y la búsqueda de mi otra hermana había culminado, mis hijos conocieron a su familia de sangre y lo mas importante de todo; no lastimé el corazón de aquella valiente mujer que me dió todo su amor y tiempo para criarme
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