MI COMPAÑERO DE SUEÑOS

MI COMPAÑERO DE SUEÑOS

Carmen M. Díaz

10/04/2014

Con dieciséis años, y durante bastante tiempo, tuve un compañero de sueños. Un compañero que me hacía estar en guardia por las noches, en alerta, a la espera… Un compañero al que me aferraba cada noche para intentar protegerme de un monstruo que interrumpía mis sueños y los de mi familia, siempre de madrugada.

Mi admirado monstruo. Un monstruo que se convertía en un gran hombre cuando no bebía…cuando el alcohol no recorría sus venas.  Mí amado padre…

Eran los años 80. Formábamos una gran familia. Un marido, cinco hijos adolescentes y una mujer sumisa, anulada y maltratada…

El matrimonio había llegado a su fin después de 25 años. Una separación no aceptada por mi padre que hizo de nuestra vida un infierno.

-“Mamá, papá vendrá esta noche otra vez…”

– “No te preocupes, hija, la policía no le dejará salir…”

Pero si salía, y volvía…y nos volvía a pillar desprevenidos, sin protección…

Llegaba la noche, y con ella, el monstruo. Rompía la puerta de entrada a patadas, nos buscaba por la casa, buscaba a mi madre, pero no para amarla precisamente y en muchas ocasiones, nos encontró también a nosotros. Momentos de terror, miedo, pánico, horror…

Otras veces nos daba tiempo a huir, a escapar antes de que subiera a casa. Nos esperaban calles desiertas que nos servían de refugio y escondite, pensiones de mala muerte donde pasábamos algunas noches, parques que se convertían en hogares por un día…

Hijos adolescentes y una madre,  en una ciudad llena de hogares, pero con todas las puertas cerradas.

Estábamos agotados, cansados, extenuados de una lucha sin refuerzo, sin ayuda, sin apoyo  de ningún tipo…Días y días sin fin…

Había que buscar solución. Ya no podíamos más…

Mi compañero de sueños y yo nos unimos contra el monstruo. Un compañero de poco más de un metro, grueso, redondeado, de madera, buena madera…un palo que encontré en una de esas terroríficas huidas callejeras.

Una noche de tantas, ambos, unidos,  nos enfrentamos al monstruo. No había otra opción. Otra vez la puerta rota a patadas, otra vez gritos y pánico, otra vez el alcohol hizo de las suyas. Pero en esta ocasión, pudimos con él. Nunca más volvió.

Siempre quedara en mi recuerdo como utilicé a mi compañero de sueños para defendernos…Pero también quedará siempre en mi recuerdo, el ultimo abrazo que recibi de mi admirado monstruo, de ese padre que cuando  no se transformaba, era un gran hombre, con una gran familia y con una gran esposa.

Con el paso de los años, él mismo decidió acabar con su vida. Tal vez fuera el alcohol el que le hizo tomar esa decisión, o tal vez fue un momento de cordura, pero no tuvo un final fácil…

Nuestra vida tampoco fue fácil, ni  durante, ni después…nuestros corazones quedaron llenos de cicatrices…pero siempre permanecimos unidos, y nos protegimos y ayudamos. Y ahora como compañera de sueños tengo una vida llena de ilusiones y de alegrías, y un bonito recuerdo de aquel monstruo infeliz…su último abrazo…

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