En un día gris, como hoy, te fuiste. Yo era muy chica y no entendía el motivo de tu partida.
Han pasado muchos años, y sin embargo seguis allí, en un rinconcito de mi corazón.
Pasa el tiempo, pasa la gente, y como en el teatro, se suceden los personajes; aparecen y desaparecen. Y uno sigue allí, de pie, observando como un espectador, vibrando, llorando, riendo y entusiamando hasta que…………bueno, hasta que la muerte te priva, de esa presencia tan querida y a pesar de tantos años vividos, sigo sin comprender.
Será por eso que yo digo que nuestros seres queridos se van fisicamente, pero no mueren; la muerte es sinónimo de final, de ausencia, por lo tanto, ellos parten y nos siguen acompañando.
Están en el permanente recuerdo, en una canción, en una frase.
Cuando yo era chiquita, le temía a los truenos, y mi abuela con la sabiduría y la dulzura digna de las abuelas, me tomó en sus brazos y me pidió que no llorara más, porque el niñito Jesús se enojaba. Me contó que el piso del cielo era de madera, y que Jesucito tenía un carrito con ruedas de madera, tambien, y como aquí en la tierra había mucha gente que se portaba mal, él se enfurecía y así malhumorado y contrariado arrastraba con fuerza su carrito, y eso eran los truenos, que tanto me asustaban, dejé de llorar…………y desde entonces, cuando hay fuerte tormenta, siento que estoy en los brazos de mi abuela, y ya nada me puede pasar.
Esta historia y muchas más, les he contado a mis nietos, hemos compartido juegos y risas, y un sinfín de mini aventuras. En este momento nos hace felices vivirlos; y cuando yo sea un recuerdo, los acompañará por siempre, y de alguna manera, yo tambien seguiré viviendo junto a ellos.
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