Entre papeles y más papeles encontré una fotografía en raídos tonos sepia. En ella sólo una figura, la de un soldado apuesto y sonriente apoyado sobre una columna de mármol y con un indefinido fondo, que podría estar ubicado en cualquier lugar. Sin poder evitarlo, con un movimiento reflejo, giré el retrato para comprobar que en su parte trasera, no hubiese nada escrito.
Cuál no sería mi sorpresa al comprobar que en el reverso, en lápiz, y apenas legible por el paso del tiempo, yacía una dedicatoria:
“Para Amelia con todo mi amor, Salva.”
En aquel momento lo que me rodeaba deja de importar. Ya no veía viejos papeles ni notaba la presencia de Lucía y Marta que abrían sobres y revisaban antiguos recortes de periódico a mi lado. Totalmente absorta en mis pensamientos, una nueva historia que quizás podría ser cierta, comenzaba a tomar forma en mi mente. Imaginé al soldado, que desde cualquier lugar en conflicto se acordaba de su novia a la que dejó atrás hacía tanto tiempo, y me trasladé con él hasta aquel día perdido en el ayer, mientras caminaba por lo poco que había quedado del pueblo tras el paso de las tropas; entre ruinas y miseria a causa de la guerra, y leí a través de sus ojos un decrépito cartel sobre la puerta de un semiderruido edificio herido por los impactos de bala:
“Se hacen retratos”
Desde aquel instante no hubo en su corazón otra idea sino la de de fotografiarse para enviarle el retrato a Amelia, a la que había conocido poco antes de marchar al frente, y de cuya compañía apenas había podido disfrutar…
“¿Y si cansada de esperar su vuelta, tenía otro novio?” Pensaba temeroso de imaginar una respuesta – “Hacerle llegar una fotografía sería una prueba de amor, y lo más importante, de que deseaba volver a estar con ella cuanto antes…”
Atravesó el umbral y preguntó si seguían haciendo retratos. Un hombre de indefinida edad le contestó fríamente que no los hacían porque no había clientes, pero que la máquina funcionaba…
Así es como el retrato en sepia se hizo, estoy segura. Y así también, es como llegó a manos de mi tía abuela Amelia, cuyas pertenencias, hoy a su muerte, estamos tratando de ordenar mis primas y yo…
-¡Montse!- Exclama de pronto Lucía haciéndame volver a la realidad -como nos dediquemos a mirar fotos, no acabaremos nunca…
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