Cómo era esa vida, sin el ruido y la inocencia. Sin sus pasitos corriendo apresurados tras de mí.
Cómo era esa vida, sin ese ombligo blanco, como un minúsculo pellizco en la barriga. Sin las mañanas de remoloneos y sin su nariz tocando mi nariz.
Cómo era esa vida, sin todos esos juegos, tan suyos, tan nuestros, sin la curiosidad ilimitada, sin esas manitas que se afanan en palpar el universo entero y después reposan en mi pecho.
Cómo era esa vida, sin esos ojos castaños en cuya profundidad se encuentra toda la elocuencia de palabras que aún no sabe pronunciar.
Cómo era esa vida sin sus manías, sus conquistas, sus ternuras.
Sin sus lágrimas.
Cómo era esa vida sin su vida.
Cómo era.
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