¡Incorpórate! –Dijo Fernando-¡Ya está aquí!

Ella se incorporó en la camilla, ayudándose de las asas que había a cada lado, y vio como aparecía una cabeza,  un hombro, un giro a ese hombro y luego todo seguido, un bebé.

Y así, como si nada, Fernando la levantó cogida por los talones, y la volvió hacia ella. Con los ojos como platos, negros, y las manitas encogidas contra su pecho, parecía que estaba examinando el terreno cabeza abajo. Ni una lágrima, ni un quejido, solo sus ojos, mirándolo todo.

El primer miembro de su propia familia había venido al mundo. Pensó.

El primer contacto, fue tímido, increíble, emocionante, ella lloraba y el bebé la miraba, se cambiaron los papeles, pero ni a una ni a otra les importaba. Ella porque la esperó durante mucho tiempo, el bebé, porque estaba caliente, protegido, y seguramente, curioso, intentando identificar esa voz que le habla, suave, y le dice cosas que ya había oído pero que le gusta que  le repitan. Así pasan un rato hasta que las separan, y casi les duele. Entonces es cuando el bebé llora, a voz en grito, con sus ojos buscando algo,  las manos, que abren y cierran sus dedos, la voz, está más lejos, y además hace frio, está sola y tiene miedo.

La madre, intenta calmarla, desde lejos, muy lejos. Desde la camilla hasta la mesa de al lado hay mucha distancia, piensa el bebé.

Y por fin el reencuentro. Ven aquí preciosa mía- le dice la madre – y los ojos negros siguen esa voz y se relajan mirando, buscando, esa voz, hasta que la encuentra. Sólo entonces cierra los ojos y se queda dormida.

Han pasado los años, y la historia se da la vuelta sin permiso, y se repite al revés.

La joven mira a su madre, contenta, feliz, diciendo adiós con la mano entre la gente de la estación que va en su misma dirección- ¡Te llamo cuando esté en casa!- le dice.

Y la madre, la busca, con los ojos anegados, se va su preciosa niña, no la ve, ahora sí, la separación de nuevo ¿Cuándo pasó tanto tiempo? Se pregunta, y se siente sola, partida, asustada.

Desde lejos, La joven sonríe, intuyendo, aún no sabiendo, lo que su madre siente.

La historia se dio la vuelta, y ahora es ella, la que se asusta con la distancia, la que cierra sus ojos, y llora.

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