Buscando el amanecer

Buscando el amanecer

Cuando la miro en aquella vieja fotografía en blanco y negro, que con el tiempo se convirtió en sombra, vuelvo a su interior. El pasado no se apaga, está ahí como un  punto pequeño de luz en la espalda del presente, anclado un instante fue llama que iluminaba la esperanza. Se fue apagando, pero sigue siendo un espacio que alguna vez nos alumbró. ¿Nostalgia? No, es sólo volver al sueño ingenuo del futuro, para probar, una vez más, que estoy vivo. 

Aún no me conocía y me miraba con la tristeza de siempre;  mis ojos no la veían, pero todo yo sentía el intenso palpitar de su corazón sobre todo cuando montó en aquel destartalado camión que nos llevaría a buscar la otra orilla del sueño convertido en mar. Mi padre nos miraba desde sus harapos y su hambre.

El día de la partida alcancé a escuchar la letanía de un rezo, la abuela no salió a despedirla y al incrédulo, se le cayeron dos lágrimas dejando un rastro de humedad en su desgastada mejilla de abuelo. El rezo y el par de lágrimas fueron el único equipaje del viaje al mañana que emprendieron ella, él y yo.

Solo sentía los extraños movimientos a que ella estaba sometida, me preocupaba su silencio hasta que escuché que él le dijo: “La ausencia nos persigue y no llega el horizonte”. Fue un susurro su respuesta: “Seguiremos en busca del amanecer”, y al posar su mano en el exterior del recipiente sagrado que me retenía dijo: “Es por él, no lo olvides”.

Eran dos, éramos tres. Era una huida embriagada de sombras y de miedo y de amor y de ternura. Insomnios que no se van ni siquiera con el sol del día y yo, mirando y sin mirar, agarrado de sus huesos y su sangre, marejada de vida que se nutre de amor y, tal vez, de temor.

Quizá todo era un sueño maldito y el amanecer estaba  a la vuelta de la esquina, pero, los ladridos de perros sueltos y el griterío humano rompieron, con el puñal de la arrogancia, el silencio de la noche. Entonces sentí ambas manos sobre mí hablando un idioma de mieses y mieles.

Surgió una disputa entre identidades y cultura, historia y geografía. Feroz batalla entre la miseria y la esperanza. Dioses sin verbo y solo mirando. Y yo, transformado en mota de luz en la implacable oscuridad de un destino ahíto de incertidumbre  mirando desde la grieta del muro el mañana convertido por biblias y códigos en lejanía incansable.

Tendida en el suelo de abrojos, lanzó un grito, sentí el río de sangre que nos inundó y me convertí en su estirpe. Avejentado, atravesé la grieta del muro, cuatro ojos de llanto nublaron mi despedida, lo único que me llevé es su rostro en una vieja foto, la contemplo de cuando en cuando para saber que sigo vivo.

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