Ser perfeccionista no implica ser perfecto

Ser perfeccionista no implica ser perfecto

Lovisa Gustafsson

01/04/2014

Debajo de la mesa, con mi pasatiempo favorito, los puzzles. Mi modo de hacerlos había cambiado. Una mesa de unos tres palmos de altura en la que, gracias a mi pequeño tamaño, entraba perfectamente en el hueco que había dejado el cristal inferior, hace un tiempo roto. Tumbada boca arriba, mirando a través del otro cristal (intacto), iba sacando las manos por los laterales con cada pieza que colocaba, así, hasta terminarlo. Entonces, tenía cinco años. 

Un mal día, mi madre, volvió a encontrarme allí. Esta vez con los ojos entrecerrados pero sin dejar de colocar piezas. ¡Me estaba quedando dormida! No le pareció normal, se asustó y decidió tomar una estricta decisión. Tomó mi mano para llevarme al trastero. Ahí estaban, en lo más alto, un lugar totalmente inaccesible para mí. Lloré desconsolada. 

Ahora, recordamos riéndonos las anécdotas con mi extraño hobby

Me defiende en lo indefendible. Lo cual valoro en silencio para que nunca deje de hacerlo. Sé que teme no saber si está haciendo lo correcto o no ser lo suficientemente severa. Tengo hermanos qué no lo entienden. «¿Por qué ese trato diferente?» 

A sabiendas de las discrepancias familiares, ella afirma no haber educado a sus cuatro hijos por igual. «Cada uno tiene unas necesidades distintas en etapas diferentes de su vida, no todos maduramos a la misma edad». 

Por mor de mis incontables tonterías, sufrió. Decidió dejar que cometiese esos errores, para ella tan evidentes pero para mis pubescentes ojos, no. Me consumía. No era capaz de acabar nada. 

Mi hermana: – (Cansada de verme en modo hongo) ¿Qué pasa? ¿Nada te motiva? ¿No quieres estudiar? ¿Quieres irte fuera? ¿Qué quieres? 

Yo:-(Recién terminada una relación sentimental de dos años) No sé, déjame… 

Mi hermana: -Busca trabajo. ¡Estarás entretenida haciéndolo! 

Le dije que sí. Lo hice para que me dejara tranquila. Yo no tenía pensado moverme de mi cama en meses. Ella ya me había registrado en una página de ofertas de trabajo y anotado en dos que le parecieron interesantes. Me animó a seguir viendo sugerencias. No lo hice. 

Días después, me llaman para acudir a una entrevista. Informo rápidamente. 

Mientras me preparaba, mi hermana leía en voz alta los requisitos y las características fundamentales de la empresa. No llegué a la hora. ¿Qué impresentable llega tarde a una entrevista de trabajo? Habían sido siete minutos, suficiente para negar mi entrada (yo lo habría hecho). No fue así. Las encargadas estaban ocupadas y no pudieron apreciar mi demora. 

«[…]Llamaremos al seleccionado antes del viernes. Gracias». ¡NI DE COÑA! Pensé. 

Jueves, 14 de Junio de 2012. Cafetal de Monteros Ríos, Vigo. Televisando el partido Irlanda-España (Eurocopa). 

Recibo una llamada telefónica de un número desconocido. Trabajo conseguido… No es como el instituto. Si no asistes, no le envían una carta a tus padres, o te ponen falta de interés. Si no asistes, ya no vuelves. Me obligué a coger esa rutina hace tiempo perdida. 

España 4. Irlanda 0

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(Mi hermana, 1995)

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