Porfirio Gómora Arrati, 1 sep 2013

Porfirio Gómora Arrati, 1 sep 2013

Porfirio Gomora

01/09/2013

La banana

Porfirio Gómora Arrati,

1 de septiembre 2013

Dentro del frutero que estaba sobre la mesa, vi un plátano solito, era el último, lo tomé, le separé la cascara lentamente y lo mordí, aquel dulce sabor en mi paladar fue tan delicioso, que en ese momento vino a mi mente un recuerdo de cuando era niño:

Una tarde de junio, cuando contaba con 10 años, mi hermano trabajaba en la obra, me había traído a la ciudad de México y debía alimentar dos bocas. Ya era tarde no parecía querer comer y le dije agarrándome la panza

-¡Quiero comer!- dejó de trabajar, volteó y me dijo con voz débil – Dame un ladrillo- se lo di, lo sujeto con una mano y en la otra, cuchara en mano le puso la mezcla, luego lo pego en la barda. Entonces, dejo la herramienta, se metió la mano en la bolsa de su pantalón, la saco no había ni un quinto, la hora de comer se había pasado y las tripas nos gruñían de hambre a los dos. Por más que me estaba aguantando el vacío en la panza, grite desesperado

– ¡Quiero una tortilla!- él volteó, todo tranquilo me contestó

– Espera que venga el maístro- y agrego -No tengo dinero y la señora de la fonda ya no me presta la comida, van dos días que no se la pago-

Me dio harto coraje y solté el llanto, las lágrimas me escurrían por la cara, levante la mano para limpiarla y sollozando le supliqué -¡Quiero comer!- lueguito volteó, no dijo nada, pero le vi los ojos grandotes, que me echaba, me dio miedo y me quede callado, mis tripitas pedían comida, fui caminando a sentarme en el montón de arena. Me recosté para distraerme viendo el cielo, no había ni una nube, pero eso no calmaba mi hambre, -¡Cuando oí que me dijo -¡Échale agua a la mezcla, revuélvela!- entonces salte, agarre el bote y moje el montón de cal y arena, sujeté la pala con las dos manos, la metí con fuerza en la mezcla para calmar mi coraje, ya estaba cansado de menearle a la bola de cal y la arena mojada, cuando oigo -¡Quiero más! ¡Y trae me tres ladrillos!- eché dos paladas en el bote, lo levante con trabajo y me lo puse en el hombro, fui a llenar la mezclera, él metió la cuchara a la mezcla y siguió pegando tabiques en la pared, paso un largo rato hasta que llegó el viejo, el maístro. Entonces, una sonrisa apareció en mi cara y pensé ya voy a comer… Se fue derechito con mi hermano – ¿Ya terminaste la pared Crisóforo?- le preguntó de mal genio

-¡Ya mero, ya mero!- fue la respuesta de mi hermano, a lo que el patrón respondió regañándolo

-¡Sí no más te haces tarugo!, ahí cuidando a tu hermanito, ¡Por eso no avanzas!- y continuo ordenando –Ya que den las 6 te vas, mañana le echas ganas- se dio la vuelta para irse, cuando de pronto se escuchó un grito – ¡Oiga¡- suplicante mi hermano le dijo -Présteme unos centavos!, ahí me los descuenta de la raya – el maístro soltó una carcajada burlona -¡A mira que chingón me saliste, no trabajas y quieres dinero!-

-¡Pos es que no tengo ni para un taco y mire somos dos!- entonces el viejo frunció las cejas, giro la cara pa verme, metió la mano a la bolsa de su pantalón y saco un peso –Nomas eso traigo – le dijo con desdén y  añadió -¡El sábado te lo descuento!, ni creas que se me olvida- Mi hermano agarró el peso y se lo guardó, siguió echándole tabiques a la pared y le dijo cuando ya se iba -¡Gracias Don Eulalio!- aquel viejo se fue, quien sabe que tanto decía, sólo se oía que iba refunfuñando.

Paso un ratito que se me hizo mucho, cuando de pronto vi que mi hermano levantaba y guardaba la herramienta. Luego me dijo -¡Vámonos carnal!- juntos camínanos dos cuadras, pasamos por la fonda donde habíamos comido el día anterior, la cocinera se nos quedó viendo, sabía que no se le iba a pagar la deuda y frunció el ceño, el changarro quedó atrás.

Más adelante entramos a un lugar donde vendían frutas y verduras, allí había una señora gorda con el rostro arrugado y mal encarada, mi hermano preguntó -¿Cuánto cuestan los plátanos? – Ella lo miró con cierta curiosidad y le dijo – ¡Dos pesos el kilo!, ¿Cuantos quieres?-a lo que tímidamente, el respondió -¡Deme dos plátanos!- después abriendo una enorme boca expresó muy enojada -¿Cómo que dos?-

-¡Sí dos!- la vieja quitó dos bananas de la penca y se los dio, aventándolos en la mesa y vociferando -¡Son cincuenta centavos!- ella le regreso su cambio, después salimos, sonriendo mi hermano, me dio un plátano entretanto decía -¡Come!- lo tome, rápido le quité la cascara y me lo tragué, ¡me supo tan rico…!

En tanto que, una voz infantil me reclamó…

-¡Papaaa! ¡Te comiste mi plátano!-  me dijo mi hijo de nuevo -¡tengo hambre! ¿Te acabaste el último? – le replique no te enojes hijo ahí hay manzanas, se me quedo mirando a la cara y expresó – ¿Papá porque lloras?- No nada, sólo recordaba una triste historia de un niño que fue mi viejo amigo –  le contesté, tiré la cascara del banano al bote de la basura, después sonreí, tome una manzana y dándosela le deje -¡Come!- con los ojos húmedos todavía, pensé gracias a Dios el no sufre el hambre como otros niños…

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS

comments powered by Disqus