“EL TRAILER”

Ese domingo, Margarita se había levantado más temprano que de costumbre. Todo lo que había ocurrido días atrás la tenía muy nerviosa y esa mañana, estaba más angustiada. No obstante se bañó, peinó y vistió con su mejor ropa: una blusa blanca de manga corta, una faldita negra rabona, medias negras y zapatillas de charol. Además y aunque su rostro no lo demandaba, tomó los cosméticos de su madre y se pintó la cara; tratando de ocultar inútilmente, la lozanía de sus trece años de edad.

Con valor se apartó del espejo para observarse de cuerpo entero. Estaba cambiada, se sintió diferente. De reojo, miró a sus hermanos que aún dormían y antes de que el llanto la traicionara, abrió la puerta y se encaminó hacia la carretera cercana. Ese camino ya lo había andado muchas veces, pero ahora, era también diferente, muy diferente.

En el camino sintió que una lágrima recorría su mejilla. De inmediato sacó el pañuelo de su bolsa y con él salieron a flor los recuerdos. Ese pañuelo se lo había regalado su madre en uno de sus cumpleaños. La imagen de ella  vino en esos momentos a su memoria. Siempre alegre, llena de vida, cariñosa, bonita y desprendida. A pesar de su pobreza, nunca hizo falta lo indispensable. Sólo ella, nunca un padre, nunca una figura masculina. Así venían hijos, hermanos, primos y en todo el caserío, nunca un hombre adulto. Sólo había en algunas casas, contadas, no eran muchas. Ahora ya sabía porqué. Su madre se lo dijo antes de enfermar. Antes de morir. “Mago, se que estás pequeña… Mago, cuida a tus hermanos como yo los cuide… Mago ve al trailer… Ayúdate con eso hija… Mago…” — y se fue.

“Quién si no mi tía para explicar eso del trailer”, — pensó entonces Margarita.

“Mira Mago, las madres solteras que vivimos en este pueblo hemos encontrado con los traileros, una gran ayuda económica para vivir un poco tranquilas. Es cierto que no somos ricas, pero por lo menos nada nos falta. Lo que tenemos que hacer es ofrecerles nuestras caricias, nuestro cuerpo y ellos a cambio nos dan dinero… y con dinero hija: baila el perro… Así que tú decides”.

Margarita no se acuerda exactamente qué contestó. Pero esa mañana, aunque nerviosa, subió a su primer trailer…

Fin.

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