UN OLOR QUE TRAE RECUERDOS…

UN OLOR QUE TRAE RECUERDOS…

Eladia Mejias

08/07/2013

De viaje, por la vía más fresca, hermosa y rica de mi país, rica en verde, en frescura, en un olor inconfundible, especial, un olor que trae recuerdos, que inspira, relaja y emociona, es el olor de la naturaleza; esa vista, ese olor, esas casas y esos niños alrededor trajeron a mi mente las vivencias de ayer, de un tiempo lejano, cuando entre ese verdor, esa frescura y ese olor, dentro de una humilde casita de bahareque y palma, con una mesa grande donde todos pudieran disfrutar de algo que saciara la hambruna, alrededor unos muebles improvisados similar a las bancas de la iglesia, elaborados toscamente con largos troncos de árboles de la zona; allí bajo un torrencial aguacero esperaba toda la prole que el ser más hermoso ideara algo que evitara el gruñir de tripas, el bullicio y el destrozo de los gases gástricos, ella inquieta caminaba de un lado a otro, se le notaba la desesperación, la inquietud  y una gran ansiedad al ver las caritas pálidas de sus siete tesoros a punto de desmayar doblegados por el hambre, el frío, la desnudes, alejados de todo en un rincón del país, en esa casa, casi vacía de enseres con solo lo necesario para no dormir en el piso de tierra color amarillo tostado o más bien entre entre pardo y naranja, era esa misma tierra la que formaba las paredes que los cobijaba  y que con la lluvia despedían un olor sin igual, tentador y especial, “olor a tierra mojada”; pero esa casa dentro de la escacez, estaba llena de amor, de alegría entre las tristezas, de risas, de juegos y de hambre mucha hambre.

Todos trataban de distraer el estomago jugando a “La Reina o El Rey”, donde las penitencias estaban a la orden del día; de vez en cuando los más pequeños lloraban, mientras los mayores ayudaban a entretenerlos y pensaban cuando llegará papito.

–  Mamá,  ¿será que papá llega mañana?, decía José

–  Claro, acotaba Patricia y nos va traer mucha comida

–  Dejen quieta a mamá, dijo Sofía, no la preocupen más…

Ella por su parte se asomaba en la ventana con la esperanza de ver venir  a quien proveía el alimento, el padre, el esposo; pero aún faltaba un día por llegar de aquel lugar donde laboriosamente conseguía el sustento, pensando y pensando decidió salir, estaba dispuesta a no dejar que sus pequeños pasaran un día más en esas condiciones; salió, corrió bajo la tormenta, no sin antes dar indicaciones al primogénito; se introdujo entre un sembradío de topochos (variedad de las musáceas), corto el racimo más grande de un tajo, como pudo lo llevó en hombros, al llegar buscó la olla de los guisos, tomó cierta cantidad de la verdura le quito la corteza, echó en la cacerola y monto al fuego que ardía sin descanso para dar calor a todos; al estar blandos sacó una parte, de la cual apartó unos en otra olla y el resto los trituró hasta hacer un puré que volvió a verter en la cocción, termino sazonando con lo habitual lo que estaba siempre a su alcance porque ella misma cultivaba (cebolla en rama, ají dulce, orégano,  cilantro de monte popularmente conocido como “cilantro mondonguero” y como siempre no podía faltar el ingrediente más importante su AMOR.

– Bueno mis amores ¡ya  está!…

Terminada la cocción sirvió la sopa más rica, visual, olfativa y gustosamente rica, de topochos con topochos, así lo recuerda, lo relata y así fue… En el centro de la mesa un plato de topochos escurridos y servidos como si fuera pan y en las tazas de peltre la sopa de topocho, consistente como una crema pero un poco liquida como la sopa y con trozos pequeños de la misma verdura, estaba exquisita y muy bien condimentada. ¡Que ingenio! Que experiencia, que rico y que ejemplo, es ella, es la madre quien no deja morir  a sus hijos, es la madre quien evade las adversidades, es ella quien no se queja, solo se ocupa, actúa, es mi madre y la madre de todo los hijos…

Todos hambrientos se introdujeron en su sopa cucharada tras cucharada, sus caritas cambiaban de un momento a otro, de repente se escapaban sonrisas y saboreaban con tanto gusto que se oía “rico mamá rico”

En paz ya consigo misma por cumplir, esa madre que también es hija y conoce la necesidad de otros, entre esos otros sus viejos, entonces sirvió una gran taza de su espectacular sopa de topochos y cubriéndola con hojas del mismo alimento; cruzó el patio y llegó a la casa más cercana, allí estaban acurrucados sus viejitos, esos que le dieron la vida y que aún estaban pendiente de ella, se preocupaban si algo la entristecía o la hacía sufrir, ellos también sentían un gruñido perturbador en su estomago y ella estaba feliz de poder saciar algo aquella penuria; les compartió lo de la taza y al igual que de sus tesoros recibió ovaciones por la preparación, se oía ese ¡uhmmmm  que rico! ¿Cómo lo hiciste hija? ¿Qué le pusiste?

–  Topochos, aliños y amor mucho amor mama, (tal como está escrito sin acento) me voy esta lluvia no cesa y los hijos están solos

Un beso a cada uno de sus progenitores y sonriendo salió sin preocuparse por la lluvia que parecía no querer dejar de caer, de vuelta en casa se sentó, contenta y hambrienta llega a su humilde morada a disfrutar su comida. Luego de esa travesía para buscar y preparar lo que ayudó a aliviar el estrago estomacal de todos, recogió los trastos, acomodó en los catres a los pequeños quienes exhaustos y satisfechos se dormitaron unos por un lado y otros por el otro, uno a uno fue llevando al lecho donde los cobijó, observó por largo rato y dejó un beso en cada mejilla, dando mil bendiciones y elevando sus oraciones al Señor para que nunca faltará con que sacar adelante a sus amores, seguiría esperando, seguiría rezando y seguiría solucionando, porque eso hace una madre, se ocupa, no solo se preocupa.

Esa imagen en mi mente, es una vivencia, es pasado, pero sigue siendo presente, en las casas que tienen su alacena vacía, en los niños descalzos en los patios, casi desnudos por la vejes y destrozo de la vestimenta, pálidos, quizá por no alimentarse o quizá por no resistir la tentación de probar los terrones de tierra húmeda que desprenden ese olor extraño pero curioso y provocativo, está vigente esa situación pasan los años y los gobiernos y no cambia, nada cambia; unos mueren otros se van, algunos prosperan pero cambia el que sufre porque le toca a otro, otro será  el olvidado, pero no la situación, la situación sigue siendo siempre la misma, se obvia la integración de todos los individuos en la sociedad.

Eladia Mejias.

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