Hola, buenos días. Me llamo Juan. Solo Juan, sin apellidos: los perdí hace ya varios años… y soy contador de zapatos.
Veo cierta extrañeza en su mirada, como si no creyera lo que le estoy diciendo. ¿Tiene un poco de tiempo? Si se sienta a mi lado se lo explicaré con mucho gusto.
Ya puede disculparme que no le ofrezca una silla. Como puede observar, el mobiliario de mi casa es un poco… ¿cómo decirlo?… ¿precario? Pero, siéntese aquí, a mi lado.
Espere, tome usted esta hoja de periódico y póngala debajo.
¿Que tiene manchas de aceite? Perdone, tome esta otra: esa es la que utilizo como mesa para las latas de sardinas.
¡A que se encuentra cómodo!
No, no se preocupe por el traje; dos manzanas más abajo hay una buena tintorería que se lo dejará impecable por un módico precio.
No, yo no he utilizado nunca sus servicios. Como puede observar, mi vestuario es… ¿cómo decirlo?… ¿precario? Pero, uno escucha las conversaciones de los residentes del barrio y hablan maravillas de ella.
¿Desea beber algo?
No, Rioja no tengo. Como puede observar mi vinoteca es… ¿cómo decirlo?… ¿precaria? Pero, ande, tómese usted un buen trago de este vino. Tinto, cosecha del 2012.
¿Un vaso?
Siento no poder complacerle; vasos no tengo. Como puede observar mi cristalería es… ¿cómo decirlo?… ¿precaria? Pero, no se preocupe, tómelo directamente del cartón. Mientras esté conmigo nadie reparará en nosotros. Somos invisibles para la mayoría.
¿A que estaba bueno? Al principio raspa un poco, pero luego uno se acostumbra y le sabe como el mejor Vega Sicilia.
¿Me acerca la cama, por favor? Es que tengo un poco de frío.
Sí, sí, los cartones. Como ya le dije antes ando un poco precario en cuestión de mobiliario.
¿Colchón? No, ya sabe lo que dicen los entendidos: hay que dormir sobre algo rígido. Y esta acera es lisa y muy, pero que muy dura. Se lo digo yo. Debería usted probar a dormir sobre una tabla de madera. Su espalda se lo agradecerá.
¿Qué es lo que le extraño de lo que le dije antes? ¿El nombre? ¿La falta de apellidos?
¡Ah, mi profesión!
Obsérveme bien. Ve que estoy apoyado contra la pared ¿verdad?
Ahora, imíteme y póngase en la misma posición.
Baje la cabeza.
¿Qué es lo que ve?
¡Exacto! ¡Zapatos! Los zapatos de la gente que pasa por delante de nosotros.
¡Nooo! Yo no cuento todos los zapatos. Solo los que se detienen ante mí.
¿Hoy?
No, hoy todavía no he contado ningún zapato. Ayer conté tres. Saqué para una caja de vino y dos latas de sardinas.
¡Por cierto! ¡Tiene usted unos zapatos muy bonitos!
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