Cierto día del año pasado me desperte he hice mi rutina habitual, encender la televisión, bañarse, cambiarse y justo cuando llegué a esa parte vi una noticia que me impactó mucho; habían arrestado a una banda de asaltantes a tiendas de conveniencia, comenzaron a nombrar uno por uno y escuche su nombre Héctor Iván Sánchez Puente alias «el Chaparro» -y pensar que yo le puse ese sobrenombre- pensé. Pase unos momentos sentada, tratando de asimilar ¿cómo había llegado a tanto? ¿cómo no pude hacer nada más por el?.

Recordé cuando lo conocí, el tendria unos 7 u 8 años, bajito para su edad, una actitud retadora para todo y un talento especial para el Taekwondo. Para cuando llegó a mi clase ya habia pasado por 3 psicologos incluyendo los del centro comunitario donde yo trabajaba, su madre me lo dijo muy claro – lo traigo porque ya no se que hacer con el- tomó mi clase y le gustó. Desarrollo un amor por el Taekwondo que le ayudaba a controlar un poco sus impulsos pero aunque para mi fuera un talento en potencia el ya estaba fichado por la gente, para las maestras era el niño pelionero y problemático, para las madres de sus compañeros una mala influencia, para su padrastro una carga que mantener y un perro de pelea.

Vivía en una loma donde terminaban las calles de concreto, apenas un cuarto sin servicio de agua potable, gas, se «colgaban» de la luz pues eran posesionarios de ese terreno pero a pesar de todo su madre se esforzaba día con día para que el fuera una mejor persona, que no terminara como ellos, que estudiara porque ella estaba estudiando pero se tuvo que salir por su culpa decia continuamente.

Competencia tras competencia resultaba ganador y al cabo de seis meses el ya combatía con niños mucho mas avanzados que el, la primera vez que eso pasó ocurrió algo muy curioso, me platicó que estaba parada a un lado del niño con el que competiría, Hector cinta blanza avanzada y el otro niño cinta azul que se veia de una buena posición económica, el niño le dijo -yo te voy a ganar porque yo ya he peleado con cintas marrones y rojas y les he ganado, además mi mamá dice que ustedes los de clases inferiores son basura- El combate terminó y Héctor ganó facilmente, ahí fue cuando me dijo que su competidor lo habia hecho de menos de ese modo, me pareció horrible que las personas acostumbraran a sus hijos a hacer de menos a los demás solo por su clase social.

En la época navideña Héctor faltaba seguido a clases porque se iba a trabajar con su padrastro que cuidaba coches en la feria del pino de la ciudad. Decia que con eso juntaba para sus examenes y comprarse algo en navidad porque como el no era hijo de su papá no le tocaba regalo y como ahí iba mucha gente rica le daban muy buenas propinas aunque las tenia que esconder para que su papá no le quitara dinero.

Con el tiempo el fue creciendo como competidor pero su estatura no ayudaba mucho y eso lo fue frustrando, después al llegar a secundaria por sus malos antecedentes lo mandaron al turno vespertino y no había manera de ayudarlo pues ni sus calificaciones ni su conducta (a pesar de que había mejorado ) podian cambiar las cosas.

En los últimos meses que entrenó se le invito a asistir con la selección del estado y como su mamá no podía llevarlo porque tenía que cuidar a su hija y trabajar yo me encargaba de llevarlo, en una ocasión cuando regresamos yo tenía hambre y el también, donde esperabamos el camión habia un Mcdonalds y el me dijo que olia muy rico, en ese momento yo traia un poco de dinero extra así que decidí llevarlo a comer ahí, para mi fue muy impresionante ver que a pesar de que tenía 12 años jugaba como si fuera un niño pequeño en el área de juegos, su estatura le ayudaba a que no lo regañaran por estar ahí pero el estaba tan emocionado que me di cuenta que era la primera vez que iba a un lugar así. Me impactó mucho porque uno piensa que esas cosas las puede hacer todo mundo pero a mis 18 años el era la primer persona que yo conocia que nunca había estadoa hí.

Estreché mi relación con el y recuerdo que un día me contó que le gustaba leer, asi que le regalé una edición de «El Principito» porque es uno de mis libros favoritos, se emocionó mucho y como a la semana me dijo -yo también te traje un libro- me dio un ejemplar de «El Libro de la Selva» pero me percaté que tenía el sello de su escuela, lo había tomado del rincón de lecturas para darmelo. Hablé con el explicandole que eso era robar el libro y que no es correcto, le pedí que lo devolviera y le dije a su mamá lo que había pasado, ella estaba muy apenada por no haberse dado cuenta.

Cuando llegó la hora de que entrara a la secundaria yo decidí darle clase en la mañana a el y a otro alumno que les tocaba ir por la tarde a la escuela, durante un tiempo asistió pero cada vez faltaba más, su mamá me platicó que estaba batallando para que fuera, cada vez estaba más rebelde y decia qué no tenía caso entrenar si como quiera no podria participar en los torneos grandes por falta de dinero. Yo sabía exactamente a lo que se refería pues el dinero fue uno de los motivos para que yo dejara de competir, por desgracia el Taekwondo es un deporte muy caro y los organismos gubernamentales que deben apoyar a los deportistas son tan burocráticos que uno jamás llega a ver el dinero, apoyan a quienes ya tienen un resultado y quienes no lo tienen no lo tendrán porque no se les brinda la oportunidad.

Me causaba tristeza ver una posible carrera desperdiciada pero el se fue alejando cada vez más hasta que no lo volví a ver, dejé de trabajar ahi y puse mi propia escuela en donde entrenaban becados muchos de mis alumnos del centro comunitario, trataba de no perderle la pista a los que habían dejado de entrenar porque siempre me preocupaba por todos ellos, traté de inculcarles el deseo de superación, decirles que estudiaran, que fueran personas honestas y trabajadoras. Aún así algunas de mis alumnas terminaron embarzadas a los 15 o 16 años, las que aguantaron mas llegaron a los 18 y solo una continua estudiando una licenciatura, de los niños casi todos se habían salido de la prepa pero los pude encausar consiguiendoles becas en una preparatoria privada, pero los problemas familiares y la necesidad hicieron que algunos no pudieran ni pagar los camiones para ir a estudiar.

Dos años después de que dejé de ver a Héctor fuí un día a la feria del pino más con la intención de encontrarlo que de comprar un pino y lo encontre, había dejado la secundaria y se dedicaba a cuidar carros ahí y en otras partes. En mi último esfuerzo por ayudarlo le dije que fuera mi gimnasio, le daría trabajo ayudandome a dar clases para que terminara la secundaria y poderle conseguir una beca en la prepa. Duró dos o tres semanas hasta que descubrí que andaba con una pandilla peleandose por las calles y le llamé la atención, después de eso no lo volví a ver hasta ese día en la televisión.

Siempre quise ayudar a las personas, haber trabajado en el centro comunitario me hizo madurar mucho, darme cuenta de que no todos tienen las mismas oportunidades pero que eso no es diferencia entre un ser humano y otro, pero ese día sentí en mi pecho todo el daño que la distinción de clases hace en las personas porque ese niño pudo haber tenido un gran futuro pero su entorno y los malos tratos de esta sociedad donde lo unico que importa es el dinero lo volvieron un ser frustrado, lleno de rencor que fue capaz de robar y golpear para sobrevivir en este mundo.

No he sabido nada de el desde ese día pero siempre recordare que bajo esa apariencia de chico rudo había un chiquillo inocente que solo necesitaba una oportunidad. 

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