– No vas a ir a la fiesta? 🙁
Cuando me encontré con esa pregunta en mi muro (de Facebook), al principio no le tomé importancia. Pero cuando intercambiamos mensajes de texto por horas, y luego fue a la estación de tren sólo para despedirme, concluí: está interesado.Inmediatamente recordé nuestros encuentros ocasionales, amenas conversaciones y su carismática sonrisa, y pues me pareció interesante él también. Tenía buena pinta, era inteligente, latino, le gustaba bailar (de acuerdo a su blog) ¿Qué más podía pedir? En otras palabras, parecía perfecto; y estaba interesado en mí. Parecía.
Lamentablemente, creo yo que mi desgracia empezó cuando decidí no ir a esa fiesta. Ése fue mi peor error. ¡Intenté arreglarlo! Cuando salimos de vacaciones por tres semanas le mandé un mensaje de Facebook preguntándole qué tal le iba; me respondió, le respondí, y murió la conversación. Le dejé un mensaje en su muro; sólo le puso “me gusta”. Hice un comentario sobre uno de sus tweets, me dijo que me respondería por correo; semanas después sigo esperando… Le mandé un iMessage; me respondió apenas una vez. Todos mis intentos de comunicación, en este mundo tan tecnológico, fallaron miserablemente. Justo cuando le contaba a una amiga, yo toda emocionada, que por fin había encontrado a un chico, éste pasaba a ignorarme por completo. ¡Y ella que había sugerido conversar por Skype mientras estábamos distanciados!
Pero, ya sea porque de verdad me gustaba, o porque decidí contarle a mi madre acerca de su existencia y terminó convenciéndome de que era el hombre perfecto –porque le daría buenos nietos- mi interés hacia él renació con el año nuevo. Desgraciadamente, primero venían los exámenes finales, y con ellos mi angustia y desesperación inmortalizados en Tumblr con videoclips de cortavenas. Así que decidí esperar hasta fines de enero para mandarle un mensaje deseándole en su último examen final (sabía su vida entera gracias a sus estados de Facebook). Me agradeció, y cuando le pregunté por sus planes para la siguiente semana me dijo que se quedaría en el campus.
– Entonces tal vez te veo por ahí? 😛
Así es, le mandé una carita con la lengua afuera.
– Vale
Vale, pues. Un “vale” era suficiente para emocionarme, hacerme pensar que había alguna posibilidad.
Fui a Nueva York, regresé, y ya era martes y todavía nada del susodicho. Entonces decidí embarcarme en la carrera decisiva, la que sería la última o primera de muchas otras. Y le mandé el mensaje de texto…
– Hola 🙂
A los cinco minutos:
– Hey, que tal, como estas?
– Aquí bien, perdiendo el tiempo jajaja tu?
– Jaja mas o menos igual. Que tal NYC?
La conversación siguió como por media hora (disculpen las faltas ortográficas.) Yo siempre procurando hacer preguntas para mantenerla viva, por supuesto. Fue entonces que decidí entrar a la curva peligrosa…
– Por comer unas enchiladas ya me dieron ganas de comer tacos 😛 jaja
– Jajajaja que rico!! Buen provecho!
– Jajaja gracias 🙂 Has ido a “Taste of Mexico”?
– Una vez, nada mas. Lo recomiendas? Esa vez que fui no estuvo muy bien, pero a lo mejor fue una excepcion
– En serio? 🙁 bueno a mi si me gusta jaja (Aunque siempre pido lo mismo) Qué pediste? hicimos catering con ellos no hace mucho pero creo que no fuiste al evento
– Ah si quiero volver a ir
Y EL MOMENTO ESPERADO:
– Si quieres vamos esta semana 🙂
YO preguntándole a un chico si quería salir. JAMÁS le había dicho yo para salir a un chico. JAMÁS DE LOS JAMASES. Como debí haber esperado, no podía faltar su acostumbrada respuesta:
– Vale
Vale vale vale. Vale como el que te dan para comprar en la tienda de la esquina a la que ni te interesa ir; Vale como mi hermana Valentina. ÉL Y SU VALE.
– Cuando puedes? El jueves esta bien?
– Creo que si. Deja checo y te confirmo.
– ok!
Fin de la conversación.
Creo que es válido decir que tenía motivos para estar feliz. ¡Estaba en la recta final! ¡Me iba a confirmar! ¿Pero cuánto se demora una persona en confirmar? ¿No podía sólo revisar su agenda personal? Confiando en su pronta respuesta, me embarqué al gimnasio con mis amigos… y pasó lo inesperado. Sí, eso mismo. ÉL ESTABA AHÍ. Está de más decir que lo saludé y él, como siempre, se portó súper amable conmigo… Pero el error, oh sí, el craso error (¿otro?) que cometí fue no tocarle el tema del que habíamos hablado unas horas antes de encontrarnos inesperadamente en el templo del deporte (¿acaso llamé así al gimnasio…?)
Como yo me fui antes del gimnasio, a pesar de que aparentemente habíamos llegado a la misma hora, me hizo sentir floja. Muy floja. Razón por la cuál decidí que era imperativo mandarle otro mensaje de texto… ¡¿POR QUÉ?!
– Me hiciste sentir toda floja! Jaja me avisas cuando me vas a acompañar a comerme mis tacos 😛
Su encantadora respuesta:
– Jaja no te preocupes
¿Que “no me preocupe”? ¿En serio? ¿Qué hay de la segunda parte de mi mensaje? IGNORADA POR COMPLETO. Ahora que lo pienso, puede que haya perdido la carrera porque no le pregunté en persona. Pero es que yo soy una cobarde, una olvidadiza… MENTIRA no te olvidas de algo así, decides no preguntarlo. Yo abusé de la divina tecnología que aparenta unirnos en esta fantástica red comunicadora para ponerme una máscara-celular y preguntarle si quería salir conmigo, protegiendo a mis emociones y voz tembleque con un mensaje de texto. Tal vez el jueves sería distinto si hubiera tenido la valentía de decírselo en persona (¿y si sólo aceleraba el rechazo…? Pero no. Yo tenía que ocultarme detrás de un mensaje de texto, de Facebook, de Twitter. Aunque ahora que lo pienso, no utilicé ese último medio de comunicación… ¿y si tal vez…?
Así que al igual que el correo electrónico, creo que seguiré esperando su confirmación hasta el fin de los tiempos. Ya es miércoles por la noche; no me va a responder. Descortés o no, esa es su manera de rechazar a alguien: decir que sí y dejarlo en “te confirmo luego”. En fin, puede que este sea el castigo enviado por el dios de la tecnología. ¿Ni modo, no? me quedaré comiendo sola mis tacos. Vale.
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