El sol se alzaba ya entrada la mañana y dos jóvenes señoritas, sentadas en unas escaleras y presas del aburrimiento, incordiaban sin miramientos a los transeúntes exclamando “¡¡buenas noches!!, ¡buenas noches, señor!, ¡buenas noches, señora!” a viva voz y riendo después con estridente risa. Mas pasó entonces un hombre, vestido de traje con sombrero de copa y monóculo, y ellas exclamaron “¡Buenas noches, señor!” y él se detuvo y respondió “buenas son, sin duda, mas cuando el amanecer se alce, la oscuridad inundará la tierra, el cielo será invadido por Iphones que harán fotografías con filtros de Instagram y nuestras mentes serán absorbidas y deberemos adorar al Dios, un dios con forma de todo lo mecánico y a la vez sin forma alguna y Smartphones dormirán junto con internet la vida, en una relación de simbiosis digna de las más altas criaturas” y tras exclamar esto, dejando boquiabiertas a las dos jóvenes un rayo cruzó el cielo sucedido de un escandaloso trueno y el hombre continuó su camino al tiempo que empezaba a llover. Más no era agua lo que llovía, si no Smartphones protegidos por capsulas que se abrían apenas tocaban el suelo de aquel mundo mortal, y la gente corría a refugiarse para evitar que las duras capsulas golpearan sus cabezas. En cuestión de minutos el suelo se hallaba cubierto de restos de capsulas y su contenido, solo unos pocos atrevidos se habían aventurado a salir y arriesgar su integridad para hacerse con alguno de los teléfonos. Y de pronto la lluvia cesó y las nubes en negativo se abrieron dejando ver un arcoíris en color sepia en medio del cielo robotizado de la tarde. Y la gente salió a las calles y se agacharon a recoger el resultado de la lluvia y tanto niños como adultos bajaron sus cabezas y sus miradas entregando su cerebro y su alma y rindiéndose ante el Dios Tecnología.

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