–Oye, Gregg, ven en cuanto puedas; tengo algo que mostrarte. Creo que te va a interesar. No te demores.

El Dr. Gregg Watson P.H.D. había egresado Summa Cum Laude del M.I.T. por los setenta como  Ingeniero Informático. Era considerado uno de los máximos responsables del desarrollo de la robótica y la “inteligencia artificial” aplicada  en la tecnología aeroespacial,  industrial, de armamento y consumo. A sus sesenta y tantos, mantenía la lozanía de su piel, que cuidaba con esmero de los soles del norte de California; un físico trabajado y bien atendido por el ejercicio diario y la dieta sana, y sobre todo su cerebro, más atento, perspicaz e incrédulo con el correr de los años y los avances científicos que había liderado en desarrollar. Para sus alumnos y  seguidores, Watson era un ícono, una deidad infalible y omnisciente en su campo.

“Las máquinas son solamente máquinas, y la mejor es aquella que cumple de la forma más adecuada con el propósito para el que fuera construida; el único cerebro es el del hombre que la creó, la mejoró o la utiliza” Este pensamiento, que expresara por primera vez en una conferencia en una de las tantas empresas en las que trabajara  en Silicon Valley en 1992, definía su convicción de que por más que se avanzara en el área cibernética; aunque se lograran las formas antropomórficas más perfectas, el resultado de todo aquello no era más que un aparato que sólo reconocía dos estados: sí y no; prendido y apagado; on y off; 1 y 0.

Quizás por eso, desde hacía unos años había abandonado su sillón de C.E.O. en una de las empresas más rentables de la industria, para pasar a ocupar un puesto de investigación en una unidad estatal.

Cuando su colega más joven, Steve McIntosh le hablara, pensó que sería más de lo mismo…algo que para el joven resultaba “inexplicable” o “difícil de entender”…

Steve era la  mano derecha de Gregg. Aunque muy inteligente, trabajador y creativo, tenía para su jefe un gran defecto: exceso de imaginación y una propensión a creer más allá de los cánones preestablecidos.

–Ya voy, “Stevie”. En cuanto archive estos estudios y los respalde voy hasta el laboratorio.

Cerró con la llave magnética la puerta de su oficina y caminó hasta el amplio recinto, corazón de la unidad.

–Y bien, ¿qué tienes para mostrarme? –preguntó sin demasiado interés.

–¿Te acuerdas, profe, de aquella línea de robots domésticos “todotarea” que lanzó Pearbotics el año pasado? Aspecto de homúnculo, reconocimiento de voz, capacidad de respuesta oral, “piel” plástica de última generación…Ellos quisieron utilizar el nombre “androide”, pero tu objeción ante el Comité Federal les impidió hacerlo. Tuvieron que conformarse con “robot multiuso”…¡estaban indignados, en particular contigo!

Gregg recordaba muy bien el hecho. La insistencia de Pear fue insoportable. Incluso, una vez agotados  todos los argumentos técnicos y argucias legales, la empresa había llegado al colmo de intentar sobornarlo muy sutilmente, lo que para él constituyó la más grande de las afrentas.

Dentro del recinto varios hombres y mujeres de edades diversas, uniformados con túnicas azules  con el logo “MALABISSU” atendían ordenadores de ultima generación, la mayoría con pantallas gigantes; otros, con monitores standard, realizaban  tareas personales.

Pero se notaba un ambiente de tensión y expectativa fijadas en el centro del espacio, una mesa-camilla iluminada a quirófano y conectada a múltiples aparatos que parecían pertenecer más a una UCI hospitalaria  que a un laboratorio tecnológico. Hacia allí se dirigieron Gregg y Steve. Sobre la camilla se encontraba “acostado” un “multiuso” de Pearbotics. Varios cables le conectaban a diferentes equipos, desde lo que sería su “cabeza” hasta los rodamientos que oficiaban de pies.

–Ok Steve, explícame qué mierda hace esta máquina en mi laboratorio. Suficientes disgustos tuve ya  con Pear. ¿Qué pasa ahora?

–Ahórrate los comentarios, jefe. Ha habido una cantidad enorme de reclamos de los consumidores. Muchos “multiuso” fueron perdiendo eficacia gradualmente. Dejaron de obedecer órdenes básicas, luego pasaron a no contestar – casi que “se negaban a hablar”-aunque a ti no te guste la expresión. Finalmente algunos, y en especial este ejemplar se ocultó en el lugar más oscuro y apartado de la casa de sus propietarios. Continuó encendido y con las baterías cargadas, pero no fue posible lograr ningún  movimiento o respuesta funcional. Por eso lo trajeron para analizar. Hemos concluido el examen de la mayoría de los componentes y no encontramos nada.  Pero queríamos que estuvieras presente cuando comenzáramos el escaneo de la CPU, o como tú le llamarías, “el cerebro”…

–Muy gracioso…¿qué encontraron?

–Recién hemos accedido al lenguaje máquina y estamos enviado impulsos binarios para obtener una respuesta y descifrarla. Creo que te va a interesar, mira…

En un enorme monitor aparecían claramente marcados los estímulos de entrada(input) y las respuestas(output) bajo una flecha verde hacia la izquierda y una roja a la derecha respectivamente. Una serie de unos y ceros separados por puntos aparecieron bajo la flecha verde. No hubo respuesta. Los técnicos aumentaron la intensidad del estímulo. Al rato, bajo la flecha roja surgieron débiles series binarias sin sentido aparente.

–¿Qué carajo es ésto…?­ –por primera vez, Gregg Watson, el gran dios, se sentía confundido; algo no concordaba con lo que había sostenido siempre.

–¡Lo estamos perdiendo!– gritó Steve cuando en la pantalla se empezó a leer:

00100000.01101110.01101111.00100000.01101101.11100001.01110011.00100000.01110001.01110101.11101001.00100000.01110011.01101111.01111001.00111111.00100000.01110100.01100101.01110010.01101101.01101001.01101110.01100001.01110010.00101110.00101110.00101110.01101110.01100001.01100100.01100001.00101110.00101110.00101110…000¡!¿??.¡¡¡¡????.0000????.0000.00??.00000000.0000—-.——–.——–

Notas:

MALABISSU: MAchine LAnguage BInary System Scanning Unit

Link: http://nickciske.com/tools/binary.php (hasta los tres puntos)

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