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Soy un ser dependiente.es, el móvil, el portátil, el Ipad son apéndices de mi cuerpo. Intrínsecos a mi propia existencia y fundamentales en mi día.

Suena el despertador, me lanzo al terminal, tengo 10 “whatsapp”, 7 notificaciones en “facebook” y 13 en “twiter”. Leo mientras desayuno, publico mi estado de ánimo como cada mañana: “Hoy es un gran día, luce el sol y tengo el corazón contento” me fotografío y lo adjunto.

Al bajar al garaje suena un aviso en el teléfono, siete personas le han dado a “me gusta”. Me voy feliz a la oficina.

Cuando transcurre más de media hora sin noticias en mi -mundo.com- me entra ansiedad. En ese afán exhibicionista y provocador busco alguna fotografía sugerente que llame la atención de mis seguidores. Siempre lo consigo. Las pulsaciones de mi corazón remiten y encuentro la paz.

Aquél Viernes decidí ir a un vidente de renombre, nada más aparecer y sin haberme quitado la bufanda me dijo siéntate “mujer de mil caras”. Aluciné, pensé “sí que es bueno este hombre”. Me habló de mi pasado, de haber adquirido recientemente una vivienda, de mi precoz boda, del nacimiento de mi hija, de la muerte de mi padre. Salí hipnotizada. No comentó nada de mi futuro pero toda mi vida anterior la narró como si me conociera de siempre. Le pague una alta cantidad de dinero y me marché.

Por la noche mi marido viajaba a Estambul por negocios, y dejé a mi hija con su abuela, en mi “estado “publiqué: “Fin de semana de Rodríguez”.

Necesitaba tranquilidad para acelerar mi novela, me senté frente al ordenador y una noticia llamó mi atención: “Descubierto famoso vidente estafador”, pinche en la imagen y era el señor con quién horas antes había estado fascinada.

Utilizaba las redes sociales para sacar información de sus clientes, me entró una gran desilusión, y me sentí más muerta que viva al haberle pagado medio sueldo por contarme lo que tengo publicado en facebook.

Pensé “heescarmentado.com”,pero esto era solo el principio.

A las 3 de la madrugada subí a dormir, y una hora después un ruido fuerte me alertó, se me puso la piel de gallina cuando escuché que alguien subía las escaleras de mi propia casa, en ese momento no pensé, me tiré al suelo y lo que hasta ahora había sido una catana decorativa se convirtió en mi principal arma, me escondí debajo de la cama. No había luz, salvo el tenue reflejo de la farola que se filtraba por las cortinas. Una silueta de hombre se aproximaba cada vez más. Estaba inmóvil empuñando la catana apenas sin respirar.

Anduvo hasta el final de la habitación y entró en el cuarto de baño, encendió la luz. Hizo una llamada y exclamó: “despejado”. Minutos después otros tres hombres encapuchados subieron, no les veía pero el ruido me hacía sospechar que estaban desenchufando todo lo que de valor había, televisiones, ordenadores, cámaras. Con los labios sellados hacía por no respirar, no tardaron más que minutos que se hicieron siglos y rápidamente bajaron las escaleras y se marcharon.

Salí de mi escondite un largo rato después, durante ese tiempo con el móvil en silencio publicaba en todos los sitios -S.O.S- sin obtener más ayuda que la gente pinchara en “me gusta” y en silencio bajé las escaleras y uno de ellos estaba sentado en mi sofá, tranquilo con una copa de whisky, me miró asombrado y corrió escalera arriba. Subí hasta el cuarto de baño, me encerré pero no tenía cerrojo. Al primer empujón entró, no tuve que hacer mucho, tenía empuñada la catana y con el impulso de intentar abrir la puerta prácticamente se la clavó solo. Y ahí estaba con un hombre muerto en mi cuarto de baño, sangre por todas partes y su móvil en la mano bien apretado.

Se lo arranqué presa en un estado de –shock-, con pasmosa tranquilidad bajé al piso de abajo, llamé a emergencias, y mientras esperaba la llegada revisé su teléfono.

Nada más entrar, en la pantalla principal de su terminal, tenía archivos que rezaban el título de “mujeres solas”, accedí y ahí estaba yo, con mi dirección de casa, con mi estado de “Rodríguez”, con las fotos de mi casa y toda la información necesaria.

He vendido la casa, decidí no tener ordenador, nunca más me di de alta en internet, no tengo fijo ni móvil. Cerré todas mis cuentas en las redes sociales. La justicia me ha absuelto pero yo sigo condenada.

Sin querer dejé entrar a demasiada gente en mi vida, conocida, desconocida, amigos de mis amigos, estafadores, ladrones. Violaron mi intimidad con mi permiso. Había perdido la libertad sin darme cuenta, presa del embaucamiento al que poco a poco nos somete la sociedad. Conocen tus preferencias porque tú se los has contado, cada vez que damos a “me gusta” en una aplicación una siniestra espiral se pone en funcionamiento, para enviarte publicidad.

Las redes sociales además desentierran fantasmas del pasado que si pertenecen a ese lugar por algo será. Gente del colegio, del instituto, antiguos conocidos…

No era yo, era el producto esclavo de mi red antisocial.

Meses después salió a la luz el escándalo del famoso vidente, era una red organizada, él por su parte cobraba altas cantidades en su consulta y te habría una ficha de cliente, gracias a la cual ya conocían tu dirección y se ponían en contacto con su –mafia-que permanecía atenta a tus “estados” y cuando informabas de “me voy de fin de semana” asaltaban tu domicilio.

El “Dios tecnología” había matado mi parte espiritual, apenas meditaba, asesinó mi humanidad, ya no hablaba con la gente si no era a través de los “chats” ni siquiera levantaba la vista en las cafeterías, ni percibía aquellas sensaciones que nos hacen vibrar y al fin y al cabo nos hacen humanos.

Me “hedesentoxicado.com”.

Si te mudas a una nueva casa y te hace ilusión hacer una foto a tu salón, si te cambias la imagen y quieres publicarla, si te vas de vacaciones y lo avisas, te mucho cuidado, nunca sabes quién te estará espiando.

No tengas miedo, pero cómprate una catana, nunca sabrás cuando tendrás que utilizarla.

¡Bienvenida libertad!, la tecnología bien entendida es maravillosa.

Fin.es

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