INMACULADA FERNANDEZ. HASTA EL SAUCE

INMACULADA FERNANDEZ. HASTA EL SAUCE

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Preparada para comenzar. Sofía contempló la mesa de color nogal y los objetos que había sobre ella. A un lado del ordenador estaba el cuaderno de tapas rosas con sus apuntes; al otro un lapicero verde y, un poco más allá, las gafas que acababa de ponerse dispuesta a utilizar el correo electrónico sin la ayuda de Raúl, el profesor de informática.

Aquel primer mensaje se lo enviaría a Marga que, al igual que ella, estaba aprendiendo a utilizar el ordenador con setenta y cuatro años, aunque ella los cumplía en noviembre y Marga en enero, dos meses después, pero Marga les decía a todos que era un año más joven. Todavía no había conseguido que razonara eso, ni que dejara de repetir que tenía dos hijos casados y dos nietos, y que había vivido mucho más que cualquiera de su edad, como si la vida se pudiera medir de esa forma, por cantidad de hijos y no a través de uno mismo, a través de cada instante que se queda pegado a la piel, de una palabra cálida o de una mirada que ha permanecido acunada en tus ojos alguna vez. Para Sofía eso sí era vivir, eran todos esos momentos perfectamente guardados en la memoria y que acostumbraba a vivir de nuevo entornando los ojos y permitiendo que el corazón quedara sumergido en ellos, sobre todo en aquellas tardesde abril en las que se dio cuenta de que se enamoraba…

 

MENSAJE DE MARGA: ¿Qué pasa? ¿No te acuerdas de cómo enviar mensajes? Pues yo he aprendido rápidamente, para que luego me estés echando en cara que pongo faltas de ortografía y que algunas palabras que digo no existen. Todavía no sé “cuála” blusa te vas a poner para ir al baile del Centro, te lo digo porque quiero ponerme la de color fucsia y no quiero llevar el mismo color que tú, que el otro día Fermín me miraba y seguro que me saca a bailar. ¿Vas a contestarme o no sabes enviar mensajes? 

MENSAJE DE SOFIA:No seas impaciente que todo lleva su tiempo. No te preocupes por el baile que no voy a eclipsarte comprándome una blusa fucsia, me recordaría a un estanque con nenúfares y una única flor braceando entre todos ellos. Si Fermín te miraba seguro que se ha enamorado de ti.

 

Ella sí se enamoró –pensó Sofía volviendo a entornar los ojos–. Recordaba la sensación de plenitud al caminar junto a aquel hombre que supo llegar a ella, acercarse sin prisa, sin pretender cambiar su vida en un instante, y que la hizo confiar. Sofía esbozó una sonrisa al recordar aquel primer paseo por el parque, la forma en que Darío cogió su mano mientras caminaban junto a la ría artificial y cómo a ella le parecía que los árboles cobraban más vida a su paso, que resplandecían, que irradiaban quietud en medio del tibio sol de aquella tarde, sobre todo el sauce. A Sofía le gustaba contemplar ese tipo de árbol, ver cómo se estremecía con suave brisa y con qué destreza enfrentaba el más enérgico vendaval.

 

MENSAJE DE MARGA:Vaya mensajes tan cortos que mandas. Imaginaba que no se te iba a dar bien porque esto es para gente más joven. Todavía no sé cómo vas a ir vestida para el baile. Mañana no me esperes a comer en el Centro porque mis hijos me llevan a un restaurante muy bueno. Es agradable rodearte de la familia y saber que te cuidan. Tú no has podido comprobar eso, pero te digo que es agradable sentirse querida por ellos.

 

Pues sí era agradable sentirse querida –pensó Sofía volviendo a entornar los ojos–. Eso mismo sintió ella aquella tarde cuando quiso acercarse a tocar una rama del sauce que crecía junto al estanque y Darío la sujetó con firmeza, con esa lealtad absoluta que solo da el amor, como si le fuera la vida en ello, y quizá estuviera en lo cierto porque a ella le pasó lo mismo al sentir que la protegía, y de esa forma tan rotunda que solo sabía él y que quedó grabada en cada sendero que recorrían y en cada tronco en que se detenían a descansar y aprovechaban para mirarse como dos enamorados, como si el tiempo hubiera quedado suspendido solo para ellos, como si se ralentizara o hubiera vuelto sobre sus pasos y no tuvieran setenta y cuatro años sino cuarenta o cincuenta y acabaran de cruzarse sus caminos y, a partir de ese momento, hubieran elegido llevar el mismo.

 

MENSAJE DE SOFIA:Todavía no sé qué ropa voy a ponerme pero estoy convencida de que tú irás espectacular. No utilices un color demasiado vivo porque resulta un poco extraño y no siempre combina bien. Me alegro de que te reúnas con la familia porque es agradable sentirse querida…

MENSAJE DE MARGA:Se te ha olvidado terminar el mensaje, lo has dejado a medias, has puesto unos puntos y te has quedado tan a gusto. Te digo que esto de la informática es para gente más joven. ¿A qué te refieres con eso del color vivo? Voy a ponerme una blusa dorada que acabo de comprarme y que no he estrenado. Ya la verás porque es muy alegre.

MENSAJE DE SOFIA: Estoy segura de que os veré enseguida a ti y a tu blusa. Por favor, hazme caso y utiliza un color discreto. Que sepas que no me olvidé de terminar el mensaje, lo dejé ahí porque estuve recordando una tarde maravillosa que pasé.

MENSAJE DE MARGA:¿Puedes comer conmigo mañana? No vienen los hijos y no me gusta aparecer sola en el centro. A ti no te importa, me refiero a que entras sola como si no pasara nada, pero es que yo tengo familia, ya sabes, tengo a mis hijos y a mis nietos y… seguro que no te importa, ¿verdad Sofía?

MENSAJE DE SOFIA: Claro que no me importa, así me hablas de Fermín y de la ropa que te vas a poner para el baile.

 

Damas y caballeros, la clase ha terminado –anunció Raúl–. En ese momento, y de forma furtiva, se deslizó sobre la mesa de Sofía una nota que decía así: “Lástima que no me haya tocado enviarte a ti los mensajes. Fermín es un pelma con el baile de mañana. ¿Continuamos nuestro paseo esta tarde?”

Sofía movió la cabeza hacia un lado para poder ver a Darío que continuaba sentado frente a ella. Poco después escribió algo en la nota antes de devolverla a su dueño… “hasta el sauce”.

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