¡Que ni la muerte nos separe!

¡Que ni la muerte nos separe!

Enterraban a mi tía. Momentos antes, mi prima se me acercó compungida

-¡Pobrecita!, dijo, le aterraba pensar que podía no estar muerta y despertar en el interior de un  nicho oscuro, sin aire que respirar, así que me hizo prometer que metería un móvil en su ataúd por si necesitaba pedir auxilio, pero ahora me horroriza imaginar que pudiera ver una llamada con su número reflejado en mi teléfono, ¿tú qué harías?

– ¡Tonta, dije sin razonar más allá, pónselo sin batería! Tu madre falleció de cáncer, no de catalepsia.

– Alguien que escuchaba intervino: ¡pónselo con batería mujer, qué más da, en el nicho no hay cobertura!

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