Sentada junto a la ventana, frente a la pantalla del ordenador, teclea, sin mirar, una ruta que las yemas de sus dedos conocen ya de sobra. De vez en cuando apoya su espalda en el respaldo de la silla, parpadea varias veces intentando engañar el cansancio de sus ojos, gira su cabeza y con su mano izquierda retira levemente la cortina, mira a los de fuera, más que mirar, espía, sí, espía a los de fuera. Es pronto, aún no hay mucha gente por la calle, solo los más madrugadores, los habituales a esas horas. Nada interesante, esas vidas ya las ha imaginado muchas veces. Vuelve sus ojos al ordenador, un correo nuevo llama su atención, duda entre abrirlo o eliminarlo durante unos segundos. Lo elimina, se levanta y se dirige a la cocina, una taza de café bien cargado, un cigarrillo y una ducha rápida. En media hora tiene que estar en el trabajo y casi seguro que hoy volverá a llegar tarde.

A media mañana, un breve respiro, un descanso de si misma y de los otros, los «ellos». Saca su móvil del bolsillo del vaquero, lo enciende y … sesenta y seis wahtsapp de un número desconocido. No tiene tiempo para leerlos todos, sólo el primero. «Nueva aplicación para tu smartphone. Has sido seleccionada. Sólo tú podrás utilizar esta aplicación. Habla directamente con Dios, sin intermediarios». Las comisuras de sus labios iniciaron un recorrido ascendente para, finalmente, congelarse en una mueca. Vuelta al trabajo. De una nada, a otra nada. Cada vez que podía, sacaba su móvil del bolsillo del pantalón y leía el siguiente mensaje, ya había leído cuarenta y siete y todos eran idénticos. Tenía la esperanza de que el último, el número sesenta y seis, fuese diferente.  Pero no, no lo era. Exactamente igual que los sesenta y cinco anteriores. Sin saber muy bien porqué se sintió vacía, más vacía de lo normal, si es que hay un estado normal de vacuidad. 

Al llegar a su casa aquella tarde buscó el número del teléfono desde el que recibía aquel absurdo mensaje, no encontró otra cosa más que frustración, un poco más. «Hablar con Dios» introdujo en el buscador, aproximadamente tres millones ochocientos noventa mil resultados. «Aplicación hablar con Dios», aproximadamente cinco millones novecientos veinte mil resultados. Recuperó de la papelera el correo electrónico que aquella mañana había eliminado sin abrir. Allí estaba: «Dios desea comunicarse contigo mediante una nueva aplicación aún en fase experimental. Por favor, contesta a su llamada». 

Apoyó su espalda en el respaldo de la silla, parpadeó varias veces, intentando engañar el cansancio de sus ojos, giró su cabeza y con su mano izquierda retiró levemente la cortina, buscó a los de fuera, pero no había nadie. Durante un largo rato permaneció inmóvil, con los ojos cerrados. Miles de pensamientos iban y venían en su cabeza. Unos giraban en círculos, otros pasaban a gran velocidad, como trenes sin parada. Al final, una única idea consiguió permanecer expulsando a todas las anteriores. «Conventos de clausura» introdujo en el buscador. Aproximadamente novecientos noventa y seis mil resultados.

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