Estoy a mil putos kilómetros de escribir algo bonito. Dijeron que estaba loco cuando me presenté en mi antigua oficina con un bidón de gasolina, el día que fui a firmar el finiquito. Yo no hice ninguna mención a la gasolina, simplemente estaba ahí, pero mi actitud debió crear cierta inquietud. Avisaron a la policía. Expliqué mis motivaciones a dos agentes, les dije que incluso un alfeñique de 1,70 puede ser un generador del caos, que hacían bien, yo también me detendría a mi mismo, en definitiva les felicitaba y les daba las gracias. Sus caras se correspondían perfectamente con el cuadro, sobre todo cuando expuse mi teoría de que, en los tiempos que corren, es necesaria la VIOLENCIA, pero sólo obtenemos explosiones abortivas, joder.

Regresé a Vigo y estuve sin hablar con nadie dos meses. Me subieron la medicación y me dijeron que no se podía beber. Eso es imposible, me temo. Beber es casi lo que más me gusta. Mi psiquiatra era fea y gordita, con buenos pechos, gran culo, me hubiera encantado follármela, hacerla gritar, tirarle del pelo. Sabe que no es mi mejor época, me drogo mucho para nadar en Jameson, sabe qué clase de persona puedo llegar a ser. Soy un genio. Eso le pone. Interrumpo: Mira, perdona Silvia, quiero comerte las tetas, quiero verte a cuatro patas sobre esta alfombra y mirarnos en el espejo. Quiero ser todopoderoso. Lo siento, pero no puedes seguir viniendo, yo ya no puedo ayudarte. ¿Entonces puedo invitarte a una copa?. Son las once de la mañana, que tengas suerte. Portazo. Silencio. Se apagaron las luces, tuve ganas de llorar, estaba empapado en sudor. Tenía los bolsillos llenos de cocaína húmeda. Vomité algo naranja en unas macetas del portal y al salir a la calle le pregunté a una chica de unos 20 años si ella era mi novia y me dijo que no.

La ventana de mi habitación da a la sede de Novagalicia, puedo ver sus caras por la mirilla de mi rifle de precisión. Compro cosas por Internet, como este rifle alemán sin cargador, ni munición, es una pieza de coleccionista. Es precioso. Hace sol y me paso la mañana comiendo galletas de mantequilla y mirando a esos idiotas en sus despachos. Horas y horas. Me tomaría un Bloody Mary, estoy hablando solo. ¿Es real todo esto? Estoy apoyado en una almohada llena de sangre sobre el alfeizar de mi ventana apuntando con un rifle descargado a los empleados de un banco en quiebra. ¿Es que nadie me ve o es que nadie quiere verme?…. O puede que esté tan drogado y tan borracho que ya ni estoy ni soy. Era cuestión de tiempo, el reflejo del sol en la mirilla  alertó a uno de esos oficinistas. ¿Quién tiene unos prismáticos en la oficina? Un ejecutivo del banco, un flipado que se masturba después de ir al gimnasio. Sigo mirando. Suenan sirenas. Llaman al portero automático. ¿Aquí? Mucha gente me observa desde sus ventanas. LA POLICÍA. El timbre. Golpes fuertes en mi puerta. Bueno, relax, no he hecho nada malo. No hay delito, idiotas. Soy abogado conozco mis derechos. Voy a abrir, que parece que van a tirar la puerta abajo.

Entonces sucede algo terrorífico, me doy la vuelta y contemplo mi habitación. Está destrozada. ¿Qué coño es esto? No recuerdo haber hecho….. Las paredes pintadas, con frases muy locas, pero no es mi letra, bueno a veces si, las que están en negro, las otras están pintadas con pintalabios rojo y es una elegante letra de….  Un momento, un momento… Hay una tía en la cama, una chica esposada por un brazo a la cama. Es muy joven, muy guapa, está k.o., tiene una boca preciosa, no me atrevo a acercarme. Hostia. Se me ocurre que he drogado y secuestrado a una chica que ronda la minoría de edad, pienso que es poco probable que esta preciosidad haya venido aquí voluntariamente, observo con deleite unas bragas blancas entre las sábanas oscuras. Está medio tapada, sólo le veo un poco de una elegante cadera, medio pie, su boca y su brazo encadenado. La chica destila que da gusto, tiene gracia porque ronca flojito. Si la despierto puede empezar a gritar de pánico, eso es una posibilidad. Está muy buena, pero no sé quien coño es. Me rasco la cabeza. Me olvido de algo, pero ya es demasiado tarde… Los policías abren la puerta de mi habitación y me encañonan, gritan rabiosos, me dan instrucciones una y otra vez, joder parece una puta película, me entra un ataque de risa que no logro disimular. Eso los desquicia. Tengo la boca pastosa, casi no puedo hablar. Como todos estamos tan nerviosos (y yo además en pelotas, me tapo los cojones con el rifle) les intento explicar todo, que no sé quien es la chica, que parece que…  que todo esto se me fue de las manos y no recuerdo absolutamente nada y, por supuesto, que el rifle no tiene balas. No tiene cargador, lo compré así. Tranquilos, no está cargado. No hace falta tirarse al suelo, ni tanta hostilidad. ¿Acaso veis el cargador, tíos? Dejad que me vista. ¿Queréis una copa?. No quieren hablar, no quieren que me mueva, solo gritan, me van a disparar. Me van a pegar cinco tiros de un momento a otro. Pienso en la muerte y siento vértigo, pero estoy cansado, quiero dormir. Tiro el rifle con desdén, me agarro la polla y grito: ¡PAM! Ante este gesto me disparan, claro, por gilipollas. Pero entonces la chica que tengo en la cama vacía el cargador de una enorme pistola sobre los agentes, gritando como una salvaje y todo se llena de sangre, mi armario, mis discos, mis pulmones. Me voy a morir mientras veo a una desconocida llorar desesperadamente intentando quitarse las esposas para venir a socorrerme. Te quiero, te quiero cariño, no te mueras, por favor. Joder, es guapísima. ¿Cómo lo hice? ¿Cómo?

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